Bitácora de literatura: traducción de poesía, sátiras, poemas, fábulas, epístolas, epigramas, aforismos, crónicas, antologías...

domingo, 17 de junio de 2012

Breve antología de "poesía político-electoral" mexicana.


Para mi México, lindo y jodido.


Para mi padre, Aristóteles Navarrete Aguilar,
y mis poetas mexicanos tutelares:
José Juan Tablada, Renato Leduc,
Salvador Novo y Efraín Huerta.








RE-PRESENTACIÓN




¡Oh la mágica palabra
que la Democracia labra,
y en la lucha electoral
baila una danza... macabra
y quiere un juicio... final!

José Juan Tablada, Homenaje al mérito, vv. 41-45.




Contexto


El filósofo estagirita, Aristóteles, en el libro I de su Πολιτικά, “Política” [1253α] afirma:  ἄνθρωπος φύσει πολιτικὸν ζῷον, “El ser humano es animal político por naturaleza”.

Yo, por mi parte, concuerdo con el término ζooν πoλίτικoν, zoon polítikon, “animal político”, el cual prepondero —sobre todo en la primera palabra—, y más cuando un país se encuentra en vísperas de elecciones, tal como sucede con el mío, donde seres nefastos “prometen” lo incumplible: demagogia.

Cada seis años —período que dura el mandato presidencial—, los avestruces sacan la cabeza del suelo, los suricatos se alinean afuera de su guarida, y las ratas comienzan a abandonar el barco que se hunde y que las albergó, teniendo todos como prioridad el “hueso”, mexicanismo por “trabajo”, “empleo”, y por extensión, “poder”, “cargo”...

Gracias a la “equidad” (?), en estos tiempos han proliferado las mujeres en el ámbito público... político. De ahí que haya traducido la frase aristotélica del inicio como “ser humano” y no “hombre” —aun cuando su primera acepción sea: “ser animado racional, varón o mujer”—, con el propósito de que nadie creyera que únicamente aludía a los “políticos”, y no a las “políticas”.

Con estos antecedentes, no veo por qué yo tenga que “abstenerme” de ser un “oportunista” más, y dejar de manifestar mi ideología —o por “etiquetarme” mejor, mi “anti-ideología”—, por medio de esta breve selección —que también es-“elección” de quien lea.

Del mismo modo en que los izquierdosos y reaccionarios se expresan, so pretexto de ejercer su “libertad de expresión”, y gozar así de la tan en-sal-za-da “democracia” —cito “convenientemente” a Renato Leduc, uno de los antologados de este ejercicio, quien expresara en su novela El corsario beige: “Palabras que no son otra cosa que anzuelo para los pendejos, calce para oficios y regocijo para burócratas y taquígrafas.”

Así, pues, supongo que no habrá problema en que alguien que carece de “ideología política”, exprese su opinión. ¿O acaso me granjearé la animadversión de ambos bandos, y seré el culpable de que se unan en un frente común para acallar la voz de alguien que no comulga con su ideario... bla, bla, bla...?

Es por demás curioso —y no menos ridículo— que en “año electoral” surjan por doquier ciudadanos ejemplares y desinteresados —¡salvo por el bien común!—, mientras que la realidad del medio es lastimosa. Es decir, ¿cómo interpretar que habiendo “tanta gente de bien”, al país “se lo esté llevando la chingada” —por usar una frase muy “nuestra”?

En “defensa de los políticos”, debo decir que si bien parecen seres de otro planeta, en realidad no lo son. No surgieron de la generación espontánea, sino que los engendró, desarrollo... la sociedad a la que pertenecen.

Por ahí hay quien dice que “cada cual tiene el gobierno que se merece”, y hay otros tantos que sugieren que aun “nos merecemos algo peor”.    

En cuanto al sufragio —sobre el cual yo voto porque otros sufran—, las instituciones fomentan la pantomima, exacerbando el ánimo de la gente hasta el grado de convencerlos de que su voto realmente es trascendental, y todos: republicanos, demócratas, populistas... se convierten en paladines de la democracia, etimológicamente, “el gobierno del pueblo”, que la exigen.

Sin embargo, en este punto habría que recordar las palabras del escritor alemán, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), quien en sus Sudelbücher, “Libros de saldos o de borradores”, [F 52], reflexionara así: Das Wohl mancher Länder wird nach der Mehrheit der Stimmen entschieden, da doch jedermann eingesteht, daß es mehr böse als gute Menschen gibt. [Al. “El bienestar de algunas naciones se decidirá por la mayoría de votos; sin embargo, cada cual admite que hay más hombres malos que buenos.”]

Los ciudadanos se envuelven en banderas y se tiñen de colores: prosélitos, y recuerdan, por ejemplo, que la derecha y la izquierda no sólo son lados respecto del corazón...

Asimismo, el moralista francés, Jean de la Bruyère (1645-1696), en sus Caracteres o las costumbres de este siglo, Del hombre, 5 (VI), puntualizó: Il est difficile de décider si l’irrésolution rend l’homme plus malheureux que méprisable ; de même s’il y a toujours plus d’inconvénient à prendre un mauvais parti, qu’à n’en prendre aucun. [Fr. “Es difícil decidir si la irresolución vuelve al hombre más desgraciado que despreciable; del mismo modo, siempre hay más inconveniente en tomar una mala decisión, que en no tomar ninguna.”] En francés, la palabra parti del original, además de “decisión”, también significa “partido”.



Motivación

A decir verdad, este trabajo me fue inspirado por la neurosis colectiva y la enajenación de mis compatriotas tanto en la “vida real” como en la “virtual” —en esta última, el papel desempeñado por las “redes sociales” ha modificado incluso la concepción de la primera. La “pluralidad” de la que tanto se ufanan algunos, paradójicamente se “polariza”, tornándose “intolerante”.

Del mismo modo en que cierto sector denuncia la manipulación por parte de los instrumentos del poder, se olvida de que también existe del extremo antagónico del cual participa.

La manipulación no sólo es un acto inconsciente, sino que también puede darse con la plena conciencia del manipulado.

En un “país sin memoria” como lo es el mío, hay gente que se vale de este argumento tan “nacional” para sustentar sus endebles preferencias —sería interesante analizar si “lo que cada cual quiere, es lo óptimo”.

Sin embargo, cuando esta memoria se da “íntegra”, a estos mismos les sobreviene la amnesia convenientemente. Por citar un ejemplo, cuando hablan de “tener memoria” respecto de un partido político, “se olvidan” que la gente del que ellos apoyan, mamó los “ideales” que tanto critican.

Supongo que esta soberbia de pretenderse “progresista”, “vanguardista”... es un mal de la humanidad, fundada en la insignificancia de nuestra propia existencia. “Pensar” que “lo que sucede” no sólo es fundamental para nosotros sino también para la “Historia de la Humanidad”, tanto para lo pasado como para lo por venir   —bajo este argumento, los que nos sucedan tendrían el mismo menosprecio por “nuestro tiempo”.

Creer ingenuamente que los “movimientos sociales”; esos que siempre enarbolan como bandera al pueblo —la “carne de cañón”— no se fraguan por un grupúsculo.



“Poesía política”

Experimento cierta aversión a concatenar los términos “poesía” y “política”, y formar el concepto “poesía política”, gracias a la repugnancia que la última palabra me inspira.

Sin embargo, buscar un eufemismo —“¿poesía que alude a la política?”— para suplir dicho tópico tan propio no sólo de nuestra política sino, sobre todo, de nuestra cultura, sería rendirle un homenaje a aquello que tanto desprecio.

Para seguir el tono  de esta “re-presentación” como se debe, haré algo contrario a lo que digo: prostituiré a la poesía no sólo adjuntándole “política”, sino que iré más allá, ¡y también la llamaré “cívica”, “electoral”, “partidista”!...

Sin embargo, más allá de las “etiquetas” que se le atribuyan, hubo poetas cuya poesía sería incomprensible sin considerar su “pensamiento político” (!). Sirva como ejemplo el alemán, Bertolt Brecht, acaso el autor más politizado del siglo XX.

En México también ha habido escritores que, además de su filiación ideológica —más bien, “fijación ideoilógica”, como tantos otros que abundan actualmente dentro y fuera de los partidos—, han fungido como funcionarios y representantes públicos, blandiendo no sólo la espada sino también la pluma: Ignacio Manuel Altamirano, Mariano Riva Palacio, Manuel Carpio, José Rosas Moreno, Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Jaime Torres Bodet, Jaime Sabines... Algunos de ellos tuvieron la venia para trasladar su experiencia política a las letras.

¡Y qué mejor que el testimonio de quien estuvo tan cerca del poder! Incluso no como políticos sino como defensores o amigos del régimen como lo fueron Tablada de Porfirio Díaz, y Novo de Díaz Ordaz, respectivamente.



“Felices coincidencias”

Recuerdo que cuando leí a Antonio Machado —concretamente a Juan de Mairena, XXXIV—, en mi época universitaria, durante el sexenio de Vicente Fox, no pude contener la risa mientras pensaba cuán maravillosa y fantástica era la literatura, ya que incluso podía “crear gente que aún no nacía, así como inventar situaciones que no sucedían”:

“—Alguna vez se ha dicho: las cabezas son malas; que gobiernen las botas. Esto es muy español, amigo Mairena.
—Eso es algo universal, querido don Cosme. Lo específicamente español es que las botas no lo hagan siempre peor que las cabezas.”

Menciono lo anterior porque durante la investigación que realicé para conformar esta compilación, me encontré con no pocas obras —preferentemente guiños en forma de “palabras clave” que ya se leerán— que me remitían a la actualidad. Sin embargo, esto únicamente se debe a la conveniente interpretación del lector.



Sobre esta “antología”

Por otra parte, lo que no es interpretación sino deducción de las propias palabras de los autores que conforman esta recopilación, es la pugna de bandos antagónicos, desde la Guerra de Independencia hasta nuestros días: criollos contra peninsulares: insurgentes contra realistas, conservadores contra liberales, anti-releccionistas contra porfiristas, socialistas y comunistas contra capitalistas, izquierdistas contra derechistas...

La temática que guía este trabajo es la política. Y generalmente, ésta siempre se acompaña de la sátira. Como era de esperarse al buscar textos —primordialmente de poesía—, me encontré con “poemas cívicos” —denominados así en las propias ediciones de los autores, a la manera de los que se declaman como “poesías corales” en el colegio—, de los cuales prescindí a propósito.


La poesía es la historia y la leyenda de la Humanidad, porque a partir de un individuo o de un grupo de individuos, se intenta comprender la vida, ora natural, ora social —en muchas ocasiones es el único elemento que nos vincula a las civilizaciones que nos antecedieron. 

En la menospreciada sátira —fábulas, epigramas, comedias...— se manifiesta —aun cuando se inspire en intereses particulares— la cotidianidad de la sociedad, ya explicita, ya alegóricamente.

Autores considerados como “satíricos” han sido postergados, cuando no olvidados. Sin embargo, dejando de lado el “buen gusto”, lo “sublime”..., aquéllos son tan importantes como los “líricos” que gozan de tanto aprecio entre la crítica, al menos desde un punto de vista histórico.

Luis G. Urbina señala que “Luis de Mendizabal fabulizó la situación social de México. Este medianísimo poeta aconsejaba a chaquetas e insurgentes que cesaran en la lucha tenaz. Pedía moderación por medio de apólogos.

En su versificación descuidada, en su vocabulario pobre, en su desconocimiento o mala aplicación de las reglas prosódicas, se ve, desde luego, que Mendizábal no era un literato de profesión, y que no escribió sino por mero pasatiempo y para entretener ocios mejor que para dejar obra sólida y verdadera”.

Su obra a mí me parece fundamental —tanto como la del enaltecido “Pensador Mexicano”, Fernández de Lizardi— para comprender los procesos relacionados con la etapa independentista del país.



Lo “general” y lo “particular”

En este trabajo comulgan poemas que versan sobre la “idiosincrasia mexicana” como textos que se endilgan directamente a personajes de la vida pública.

El descubrimiento de Antonio Plaza, Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio como poetas satíricos, me ha resultado provechoso sobremanera.

Destaco los “poemas-retratos burocráticos” de Renato Leduc, o los “egritoriales” de Tilo Ledesma para exhibir a los engendros que parió el partido oficial en que degeneró la Revolución Mexicana, y sus “pequeñas grandes” mañas.

El poema “¡Mi país, oh mi país!” de Efraín Huerta no desmerece —desde mi punto de vista— ante la “Suave patria” de Ramón López Velarde, en tanto que ambos nos describen “entrañablemente”.

Cada selección refleja —en menor o mayor medida— el carácter del compilador, así como su gusto e intención.

En este caso, tuve que dejar de lado algunas poesías de las que gustaba, en favor de otras que explicitaran el sentir de una época.

Hace poco México conmemoró el Bicentenario de su Independencia, así como el Centenario de la Revolución Mexicana.

En realidad, se trata de una nación joven. Sin embargo, lo que me han desvelado diversos autores, a partir de este trabajo, es cuán mal hemos hecho las cosas en este lapso.

Acaso a algunos lectores les resulte gracioso identificar arquetipos y estereotipos. Sin embargo, a mí me parece por demás triste constatar que ideas y textos escritos anteriormente se adapten y sean tan vigentes hoy en día, más allá de la “tendencia” de cada cual.



Antes de comenzar, hay que finalizar...

Para concluir con esta presentación, quiero expresar que, si bien me valí de diversos libros para nutrir esta antología, y cada uno goza de mi gratitud, dos obras tienen particular importancia: el Ómnibus de poesía mexicana de Gabriel Zaid, Siglo XXI Editores, 2010, y la Antología del Centenario, estudio documentado de la literatura mexicana durante el primer siglo de Independencia, compilada por Luis Gonzaga Urbina, Pedro Henríquez Ureña y Nicolás Rangel, bajo la dirección de Justo Sierra. Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Educación Publica, 1985.

Dichas obras no sólo fueron vitales como fuentes sino como referentes para la búsqueda de autores: puertas descubiertas para entrar a habitaciones desconocidas de la casa; la propia casa que es la “poesía política mexicana”, como memoria ya recordada de lo que ha sido esta sociedad desde que se constituyó como país. 




César Abraham Navarrete Vázquez.
Ciudad de México, Domingo, 17 de junio de 2012.
















NOTA: He respetado preferentemente la grafía original de los textos, de acuerdo con las fuentes citadas.





Breve antología de “poesía política” mexicana.





Durante y en el período posterior a la Guerra de Independencia (1810-1821), la oralidad desempeñó un papel fundamental, desarrollando canciones a favor de los insurgentes y en contra de los “gachupines”.

Algunas muestras son: “Las mañanas de Hidalgo”, “¡Adiós, España!”, “Canción de Carlos IV”, “Canción de Apodaca”, “Canción del sitio de Cuautla”, “Canción de Iturbide”, “Corrido de los oprimidos” de Animas Trujano...







Gabriel Zaid transcribe en Ómnibus de poesía mexicana (pág. 164) un pequeño texto sobre el militar y político español, Félix María Calleja (1753-1828), quien a la postre sería el 60º Virrey de la Nueva España (1814-1816):




Canción del sitio de Cuautla.

Ya viene Calleja
con sus batallones
agarrando viejas
por los callejones.




Sin embargo, hubo también quien escribió a favor de los españoles como el “poeta realista” granadino, Ramón Roca, recordado gracias a su extenso poema sobre el referido Calleja, transcrito en el Estudio preliminar (págs. CCXVII-CCXXIII) con que Luis G. Urbina presenta la Antología del Centenario (1910):




Al Señor General Don Félix María Calleja
Oda


Cocines majore poeta plectro Caesarem.
Horat., Lib. 4, Od. I.


¿Adónde, oh Clío, mi encendida mente
con raudo vuelo arrastras? Ignorado
furor hinche mi pecho, y por la ardiente
trompa suspira que animó inflamado
el Lírico de César. Sacra diosa,
muéstrame tú desde la cumbre hermosa
del sagrado Helicón, el héroe fuerte
a quien el verso mío
fausto celebre con acento pío.
Del centro del Elíseo prestos vuelan
mil varones y mil ante mi vista,
hijos de la victoria, que ya anhelan
merecido loor. No más resista
mi enajenado espíritu tu fuego,
oh Délfico, y el labio rompa luego,
siguiendo osado, con afán glorioso,
del alto Venusino
el grave verso y el cantar divino.
¿Será que a ti del plectro numeroso
el suave son dirija, oh gran Pelayo?
Porque el torrente rápido y undoso
no fuerte cual tú, ni vivo el rayo,
cuando del godo la infeliz fortuna
vengando airado en la soberbia luna,
el trono que se hundiera en Guadalete
en Asueva elevaste,
y de triunfos y glorias lo cercaste.
¿O acaso a ti célebre, oh gran caudillo,
pasmo y terror del edetano suelo,
bravo Ruy Díaz, perennal cuchillo
del bando alarbe, y de lealtad modelo;
o más bien tu constancia generosa,
impávido Guzmán, en la rabiosa
venganza atroz del sitiador cobarde,
cuando la sangre clara
de tu inocente hechura derramara?
Ni tu grata memoria olvidaría,
Gonzalo impetuoso, a cuyo acero
dio el turbante postrer, que deslucía
allá en el Dauro el esplendor ibero;
ni la inminente gloria que en Lepanto,
oh hijo de reyes, te cubriera, en tanto
que, anegado en el golfo turbulento
el turco poderío,
su osado arrojo lamentó tardío.
¿Y quién de tus proezas no cantara,
segundo Alcides, ínclito extremeño,
Paredes inmortal, el de la rara
pujanza fiera, y del pasmoso empeño
con que brumando peregrinas mares,
oh gran Cortés, los españoles lares
plantaste firme en las lejanas tierras
que en vértigo horroroso
desgajó hirviendo el golfo impetuoso?

Mas sobre el gran tumulto se levanta
gallarda frente del laurel ceñida,
de laurel inmortal, a gloria tanta
quedando toda gloria oscurecida.
¿Cuál dios es éste, oh musa? Arrebatado,
mi numen a su vista, emprende osado
sólo su nombre alzar. Díctame, Clío,
díctame ya sonora,
y advierte al labio lo que el labio ignora.
Porque al garzón perínclito yo veo
resplandecer brillante, cual la estrella
que anuncia el polo, y su eternal trofeo
mostrarlo virgen celestial y bella.

Salve, oh tú, timbre del honor hispano,
Félix invicto, salve; pues tu mano
doquier triunfando, y a triunfar moviendo,
detuvo la impía saña
del monstruo asolador de Nueva España.
Aún resuena en mi oreja el alarido
con que insolente en su furor horrible
el rebelde atronara al afligido
suelo español de América apacible;
aún juzgo vedo en imperiosa ira
hollar un pueblo y otro, y cuanto mira
el áureo sol en el indiano espacio,
llevar en tala fiera
sembrando espanto y cuita lastimera.
¡Ay, cuál rompe la hueste destructora
por breñas y por montes! ¡Ay, cuál brilla
tras la bandera que el infiel desdora
en mano infame la fatal cuchilla!
¡Y cómo con nefando desenfreno,
rasgando ingratos de su hermano el seno,
los bárbaros enhiestos amenazan
pisar con fuero injusto
de la alta corte el valladar augusto!
Pero se viera la tajante espada
en tu robusto brazo y la trompeta
marcial suena en la esfera atribulada:
el fogoso alazán al son se inquieta,
y cubre el suelo el prevenido infante:
das la señal guerrera, y fulminante
amenazas el orbe... —¿Y quién te osa?
¿Quién al golpe iracundo
plúgole ser escándalo del mundo?
Campos de Aculco y Calderón gloriosos,
hablad por mí esta vez. Vosotros visteis
bramar a los traidores orgullosos
y herir el aire con lamentos tristes.
Testigos sois del ímpetu potente
con que el caudillo a la maligna gente
pisó el erguido cuello, y quebrantando
su rabia y fiera muestra
dio nueva vida a la esperanza nuestra.
Mas no era sólo allí, que a la afligida
patria salvaras, y el feliz cimiento
de su alma libertad casi perdida
generosa afirmaras. ¡Oh momento!
¡Dulce momento aquel en que tornaste
a sostener nuestro esplendor, y alzaste
al través de peligros y de escollos
de nuevo el brazo fuerte,
nuncio al infame de terror y muerte!
¿Quién miró allá la multitud furiosa
de Zitácuaro infiel, cuando embriagada
con su crimen fatal quiso orgullosa
reina llamarse en voz desesperada,
temblar sólo a tu nombre, y oprimida
con tu invencible faz, la forajida
turba ceder, y el ímpetu violento
convertir en pavura,
viendo tomado el trono en sepultura?

No al inicuo sirvió que se elevara
sobre eminente cumbre, y prevalido
del aspereza inútil, provocara
cobarde entonces tu valor sabido;
pues llegaste y venciste; los millares
cayeron a tus pies, en cien lugares
sintieron tu furor, y más altivo
sólo en la fuga espera
salvar su cuello a tu segur severa.
Ni el tronante romper de sus cañones,
ni de la inmensa chusma el alarido,
ni el aspecto de mil y mil legiones,
ni el doble muro y foso prevenido,
nada es bastante a ti; todo perece
do tú vas; como el humo desaparece
defensa y defensor, y el sitio huellas
do el insano enemigo
halló, aunque estéril, pernicioso abrigo.
Mas ¡oh mansión del crimen! ¡Pueblo impío
de eterna execración! Ya tu locura
pasó cual tempestad, y el poderío
que frenético ansiaste en fe perjura,
voló cual aire. De tu inicuo nombre
va a finar la existencia, y porque asombre
en los remotos venideros siglos,
ni de tu inculto asiento
dejará el fuego rastro ni cimiento.
Porque no sólo al hombre, al sacro cielo
en tu delirio heriste, y apurada
fue su dulce piedad. De hoy más tu suelo
sólo verá la fiera encarnizada,
la silbadora sierpe ponzoñosa,
la corneja agorera, la azufrosa
nube, rayos y vientos; y la tierra
ofrecerá a los ojos
entre negro carbón crudos abrojos.
Y el huracán perpetuo, revolviendo
tus pálidas cenizas, presuroso
irá por donde quiera difundiendo
tu castigo terrible y espantoso.
De monte en monte sonará a su vuelo:
“Zitácuaro cayó”; con desconsuelo,
“Zitácuaro cayó”, tornará el llano;
y cuando se revuelva,
“Zitácuaro cayó”, dirá la selva.

En tanto tú, guerrero victorioso,
brazo de Dios, azote del malvado,
siempre cubierto de laurel frondoso
irás de un triunfo y otro coronado;
y diestra del que el orbe cual segundo
Atlante admira sosteniendo un mundo,
huirá ante ti la hueste conjurada
como la sombra fría
huye ante el claro luminar del día.
¡Honor y lauro a ti! Mi mente abruma
tanto inmortal blasón, y el grave peso
al numen sobrecarga. Sabia pluma
del latino ¿do estás? que ya confieso
mi poder vano a tanta pesadumbre.
Ven, dios de Delo, ven: de la alta cumbre
del sacro monte baja, y canta luego
lo que puedes tú sólo
llevando al héroe desde polo a polo.
Que no el inmenso océano consiente
surcar su espalda extensa y caudalosa
a barquichuelo débil, ni prudente
fuera quien de la esfera prodigiosa
el ancho espacio recorrer quisiera
con flojas alas de mezquina cera.
Ven, pues, oh Dios, y al héroe venturoso
celebra arrebatado
y yo tan sólo escucharé admirado.








Andrés Quintana Roo (1787-1851), quien naciera en Mérida, Yucatán, y muriera en la Ciudad de México, fue abogado, político, poeta e insurgente independentista mexicano. Como autor se recuerda su poema intitulado “Dieciséis de septiembre”, mejor conocido como “Oda a la Independencia” (Poesía clásica y académica, UNAM, 1994, págs. 21-26):




Dieciséis de septiembre


Ite, ait; egregias animas, quae sanguine nobis
hanc patriam peperere suo, decorate supremis
muneribus…

VIRGILIO, Eneida, libro XI


Renueva, oh Musa, el victorioso aliento,
con que fiel de la patria al amor santo,
el fin glorioso de su acervo llanto
audaz predije en inspirado acento:
cuando más orgulloso
y con mentidos triunfos más ufano,
el ibero sañoso
tanto ¡ay! en la opresión cargó la mano,
que el Anáhuac vencido
contó por siempre a su coyunda uncido.

“Al miserable esclavo (cruel decía)
que independencia ciega apellidando,
de rebelión el pabellón nefando,
alzó una vez en algazara impía,
de nuevo en las cadenas,
con más rigor a su cerviz atadas,
aumentemos las penas,
que a su última progenie prolongadas,
en digno cautiverio
por siglos aseguren nuestro imperio.”

“¿Qué sirvió en los Dolores, vil cortijo,
que el aleve pastor el grito diera
de libertad, que dócil repitiera
la insana chusma con afán prolijo?
Su valor inexperto,
de sacrílega audacia estimulado,
a nuestra vista yerto
en el campo quedó, y escarmentado,
su criminal caudillo,
rindió ya el cuello al vengador cuchillo.”

“Cual al romper las Pléyadas lluviosas,
el seno de las nubes encendidas,
del mar las olas antes adormidas
súbito el austro altera tempestosas;
de la caterva osada
así los restos nuestra voz espanta,
que resuena indignada...
y recuerda, si altiva se levanta,
el respeto profundo
que inspiró de Vespucio al rico mundo.”

“¡Ay del que hoy más los sediciosos labios,
de libertad al nombre lisonjero
abriese, pretextando novelero
mentidos males, fútiles agravios!
Del cadalso oprobioso
veloz descenderá la tumba fría,
y ejemplar provechoso
al rebelde será, que en su porfía
desconociere el yugo
que al invicto español echarle plugo.”

Así los hijos de Vandalia ruda
fieros clamaron cuando el héroe augusto
cedió de la fortuna al golpe injusto;
y el brazo fuerte que la empresa escuda
faltando a sus campeones,
del terror y la muerte precedidos,
feroces escuadrones
talan impunes campos florecidos,
y al desierto sombrío
consagran de la paz el nombre pío.

No será empero que el benigno cielo,
cómplice fácil de opresión sangrienta,
niegue a la patria en tan crüel tormenta
una tierna mirada de consuelo.
Ante el trono clemente,
sin cesar sube el encendido ruego,
el quejido doliente
de aquel prelado, que inflamado en fuego
de caridad divina
la América indefensa patrocina.

“Padre amoroso, dice, que a tu hechura,
como el don más sublime concediste,
la noble libertad con que quisiste
de tu gloria ensalzarla hasta la altura,
¿no ves a un orbe entero
gemir, privado de excelencia tanta,
bajo el dominio fiero
del execrable pueblo que decanta,
asesinando al hombre,
dar honor a tu excelso y dulce nombre?”

“¡Cuánto ¡ay! en su maldad ya se gozara
cuando por permisión inexcrutable,
de tan justo decreto y adorable,
de sangre en la conquista se bañara
sacrílego arbolando
la enseña de tu cruz en burla impía,
cuando más profanando
su religión con negra hipocresía,
para gloria del cielo
cubrió de excesos el indiano suelo!”

“De entonces su poder ¡cómo ha pesado
sobre el inerme pueblo! ¡Qué de horrores,
creciendo siempre en crímenes mayores,
el primero a tu vista han aumentado!
La astucia seductora
en auxilio han unido a su violencia:
moral corrompedora
predican con su bárbara insolencia,
y por divinas leyes
proclaman los caprichos de sus reyes.”

“Allí se ven con asombroso espanto
cual traición castigando el patriotismo
en delito erigido el heroísmo
que al hombre eleva y engrandece tanto.
¿Qué más? En duda horrenda
se consulta el oráculo sagrado
por saber si la prenda
de la razón al indio se ha otorgado,
y mientras Roma calla,
entre las bestias confundido se halla.”

“¿Y qué cuando llegado se creía
de redención el suspirado instante,
permites, justo Dios, que ufano cante
nuevos triunfos la odiosa tiranía?
El adalid primero,
el generoso Hidalgo ha perecido:
el término postrero
ver no le fue de la obra concedido:
mas otros campeones
suscita que rediman las naciones.”

Dijo, y Morelos siente enardecido
el noble pecho en belicoso aliento;
la victoria en su enseña toma asiento
y su ejemplo de mil se ve seguido.
La sangre difundida
de los héroes su número recrece,
como tal vez herida
de la segur la encina reverdece,
y más vigor recibe
y con más pompa y más verdor revive.

Mas ¿quién de la alabanza el premio digno
con títulos supremos arrebata,
y el laurel más glorioso a su sien ata,
guerrero invicto, vencedor benigno?
El que en Iguala dijo:
“¡Libre la patria sea!”, y fuélo luego
que el estrago prolijo
atajó, y de la guerra el voraz fuego,
y con dulce clemencia
en el trono asentó la Independencia.

¡Himnos sin fin a su indeleble gloria!
Honor eterno a los varones claros
que el camino supieron prepararos,
¡oh Itúrbide inmortal!, a la victoria.
Sus nombres antes fueron
cubiertos de luz pura, esplendorosa,
mas nuestros ojos vieron
brillar el tuyo como en noche hermosa
entre estrellas sin cuento
a la luna en el alto firmamento.

¡Sombras ilustres, que con cruento riego
de libertad la planta fecundasteis,
y sus frutos dulcísimos legasteis
al suelo patrio, ardiente en sacro fuego!
Recibid hoy benignas,
en su fiel gratitud prendas sinceras
en alabanzas dignas,
más que el mármol y el bronce duraderas,
con que vuestra memoria
coloca en el alcázar de la gloria.



Del mismo Quintana Roo, transcribo este interesante texto en prosa (Antología del Centenario, págs. 194-196):



Sobre la necesidad de que existan partidos de oposición (1841).

En todo país en que se quiera conservar la libertad política, debe haber un partido de oposición. Esto es l0 que no entienden ni entenderán jamás esos parásitos de todo gobierno posible, esos arrendajos de cuantos gozan de algún mando, esos panegiristas de todo estado de cosas en que se les paga un sueldo. Jamás podrán admitir semejante principio político aquellos que, teniendo vinculada su existencia en el favor que gozan con los que mandan, fundan sus esperanzas en el despotismo y la arbitrariedad de sus amos, con que pueden pagar sus elogios y sumisiones. Cierto es que se mezclan pasiones en el partido que contrarresta a los que gobiernan, y que puede haber en el que los sostiene hombres dignos del mayor aprecio; mas para que se pueda estar honradamente con ellos, es menester que exista el partido contrario. Ponerse de parte de los que tienen el poder, es agregarse a participar de su presa; sostener a los que manejan las riendas del Estado, de modo que ejerzan un poder saludable, es contribuir al fin importante para que la nación los destina.
Mas no hay que temer que falten apoyos al que manda: la dificultad está en hallarlos para la barrera que se debe formar para contenerlos. Esta dificultad es muy considerable en México, donde el despotismo ha echado tan profundas raíces que los que se dedican a contenerlo apenas encontrarán quien se lo agradezca. Pero nada es más necesario, en el día, que este espíritu de censura que purifica las medidas del gobierno, que hace estar alerta a los que mandan, que les obliga a emplear todo su cuidado, y su esfuerzo en el cumplimiento de los encargos que la nación les hace. Es ridículo, sin duda, ver una multitud de hipócritas de patriotismo, de hombres para quienes la revolución ha sido una lotería, en que han ganado mucho sacrificando nada, afectar una delicadeza de amor patrio, que no sufre que al lado de los elogios se noten los defectos que hay en una administración, para que se enmiende en adelante. Véase por otra parte a los partícipes y sostenedores de nuestra gloriosa revolución, a los hombres que han tenido el cordel a la garganta por nuestros antiguos dominadores, a los que han perdido comodidades por seguirla, no perdonar ocasión de manifestar los defectos de la nación que tanto aman; porque saben que la nación no es culpable de tenerlos, y porque conocen que la agravian los que se los ocultan, privándola de que pueda corregirlos.
No basta varias las formas de los gobiernos; todos ellos pueden degenerar en despóticos, sin esta voz viva que haga valer las leyes que los limitan. ¡Feliz la nación donde arraiga el espíritu de censura y de vigilancia sobre las acciones de los que gobiernan! Nada son las constituciones y las leyes, si él falta; y con él pueden ser felices hasta las más imperfectas. La libertad no se goza sin una ligera agitación, sin una fermentación suave que mantenga en vida estas inmensas masas de los estados políticos, que, como el agua estancada, se corrompen en la quietud.
Sólo el despotismo impone el silencio triste que suelen llamar tranquilidad sus defensores. Este silencio ha dado lugar a muchas desgracias en nuestra república. Si después del plan de Jalapa hubiera habido una censura pública de las determinaciones del gobierno, las cosas no hubieran llegado al grado que hoy se hallan, pues la opinión publica sería entonces conocida por la administración, y no tendría que sonrojarse por los excesos de San Luis, Valladolid, Chalco y otros puntos de la república en que se ha derramado a torrentes sangre mexicana, hollando aquellas fórmulas que en el siglo en que vivimos son respetadas aun en el Diván mismo.




El presbítero, Luis de Mendizábal, nació en San Luis Potosí a finales del siglo XVIII. Estudió en el Colegio de San Ildefonso en México, y se graduó como doctor en teología. Bajo el seudónimo de Ludovico Lato-Monte, se publicaron en Puebla en 1821, las Fábulas políticas y militares, escritas seis años antes.

Transcribo la primera fábula del libro La fábula en Hispanoamérica de Mireya Camurati (UNAM, 1978, págs. 259-260), quien a su vez la tomó de Francisco Pimentel, Historia crítica de la poesía en México, pág. 808.

Asimismo, las otras tres provienen de la Antología (págs. 257-263):




El asno, el caballo y el mulo¹

Por una misma heredad,
cual Rocinante y el Rucio,
un asno y caballo lucio
pacían en buena amistad.
—¿Qué? —dice aquél— ¿no es verdad
que el Macho es lo peor del mundo?
en sus feas mañas me fundo.
—Cierto —le responde el Jaco—,
es coceador, es bellaco,
y sobre todo infecundo.
—Ni tiene tu hermosa faz.
—Ni tu humildad y candor.
—Ni tu despejo y valor.
—Ni tu inalterable paz.
Oyólos corrido asaz
un Macho, y dijo:
—Eso es nulo:
Tenéis mil prendas, no adulo;
pero... hacéis tan mala cosa...
—¿Cuál es?
—La más horrorosa:
hacéis, amigos, al Mulo.
Con la agudeza del Macho
¿los otros no salen feos?
Pues, perdonad, europeos,
la fabulilla os despacho.
Cuanto queráis, sin empacho,
del Criollo decid ufanos;
decid de los mexicanos
vicios, maldades y horrores;
pero ellos son, mis señores,
hechuras de vuestras manos.


__________
¹ Esta fábula presenta diferencias respecto de la que se ofrece por Luis G. Urbina en el Estudio preliminar (págs. CCVII-CCVIII) de la Antología del Centenario. Además de algunos signos de puntuación y estructura, en los versos 22 a 24 se lee:

los otros no salen reos?
Pues, perdonad, Europeos,
La fabulita os despacho,



I.
Los animales en cortes.

De muchos animales
quejas sin fin y largos memoriales
llegan al León, pidiéndole que forme
leyes nuevas, y el código reforme:
y él, de justicia lleno,
a cortes convoca en sitio ameno,
donde tres diputados
por cada especie llegarían nombrados.

Apenas publicado el útil bando,
fueron estos llegando:
el Toro ardiente, el Jaco belicoso,
el fiero Tigre, la Pantera y Oso,
la Liebre, el Ciervo, el Gamo, el Perdiguero,
la Oveja y el Carnero,
el Marrano, el Coyote,
y detrás el Pollino a medio trote:
en fin, sin excepción, de varios modos
fueron llegando todos,
uniéndose por su orden el efecto
desde el noble Elefante al vil insecto.

¡Con qué elocuencia grave, con qué seso
desplegó sus talentos el congreso!
Del valor militar habló el Caballo,
de vigilancia el Gallo,
alaba el Perro la lealtad constante,
la castidad la ensalza el Elefante,
y aun el Asno, atenido a su experiencia,
encomia la virtud de la paciencia.

Contra el ocio perora
la Hormiga afanadora;
el paseo libre y el mundano trato
censura el mustio Gato;
y hasta un Lobo político, aunque Lobo,
dijo mil maravillas contra el robo.

El Venado, el Conejo bullicioso,
la Ardilla, y Ratonzuelo cosquilloso,
en la Junta despliegan con presteza
su natural viveza,
brillando aún más con su maligno tono
el Zorro astuto y el picante Mono.

Después de mil debates
en que hubo sus cuestiones de tomates,
se trató de plantear el ejercicio
de la virtud, y sofocar el vicio,
discurriéndose medio muy diversos
para que los infames y perversos
del reino desterrados
fuesen en las campiñas y poblados.

Y aunque a cada proyecto
se le encontraba siempre algún defecto,
el Gallo al fin propuso con instancia
que la preponderancia
de algunos animales se quitara
y la Ley de igualdad se decretara.

La propuesta causó grande susurro,
y aun se llegó a sonreír el mismo Burro;
mas como un extranjero
pasa en cualquier junta por primero,
distintos oradores,
agotando de su arte los primores,
sostuvieron al Gallo de tal modo
que inclinado quedó el congreso todo;
por interés los unos,
por zánganos los otros y por tunos,
de la igualdad sancionan el decreto,
y luego al Rey lo llevan con respeto.

Firmó Su Majestad, en la asamblea
resuenan los aplausos de la idea,
llamándola un portento,
y apostrofando al Gallo por su invento.

Salíanse ya, cuando un Ratón casero
vio junto a sí con ademan severo
al Gato su enemigo,
y poniendo al congreso por testigo,
vedlo, señores, dijo:
—Vuestro decreto es vano, aunque prolijo,
pues mi señor el Gato aun uñas tiene,
y predominio sobre mi mantiene.

Amigo, exclamó el León: mis animales
se han declarado iguales;
mas no es fácil quitarles con presteza
lo que al nacer les dio naturaleza
con decretos eternos:
por hoy mantenga el Toro sus dos cuernos,
el Mulo sus pezuñas,
el Tigre y el Gato sus filosas uñas,
guarde el Lobo sus dientes
y cada uno sus armas diferentes,
hasta que sea pensado
el negocio, y mi reino nivelado.

Nunca se llegó a ver por experiencia;
pero salió por fruto esta sentencia:
“Ningún legislador, aunque profundo,
podrá igualar al Mundo,
donde á cada creatura
dio carácter distinto la natura.

Siempre al cobarde mandará el valiente
y el que es trabajador al indolente;
siempre la palma cederá rendido
el pobre al rico, el necio al entendido.”



VII
Los conejos y las liebres

Los mozos y los viejos
del pueblo de las Liebres y Conejos,
para determinar un grave asunto
se unieron en un punto;
(que aun de casta diversas y enemigas
el común interés forma las ligas,
haciendo que se junten en un trato
el español, el indio, y el mulato).
—¡Cuando se aplacará la ira del cielo!
exclama con ardor cierto mozuelo.
Atraídos por la carne tan sabrosa
de nuestra especie rica y abundosa,
conjurados están el aire y la tierra
a darnos cruda guerra.

Ya veis que para hacerles resistencia
las armas nos negó la Providencia,
y que a correr por valles y collados
nos vemos condenados,
llegando cuando más nuestras fazañas
a los riscos trepar y a las montañas.
Sin duda es imposible
todo el mal evitar duro y terrible,
pues que tanto contrario se ha reunido;
pero yo he discurrido,
señores míos, que al menos acabemos
con aquel que más aborrecemos.
Al Galgo, pues, al Zorro traicionero,
al vil Hurón, y al Lobo carnicero
déjeseles mandar, aunque tiranos,
que al fin terrestres son, y son paisanos.

Pero el nocturno Búho y Águila fuerte
hallen pronto la muerte,
y aún más ese falcón que nos domina
astuto y cruel jurando nuestra ruina.
Véanse ya perseguidos
los que en otra región fueron nacidos,
muera el pico y la pluma,
los que tengan dos pies mueran en suma,
y entre desde hoy a nuestro imperio rico
el cuadrúpedo sólo y el de hocico.

Ya se ve, como el diablo nunca duerme
y hace atrevido al pueblo mas inerme,
la arenga lisonjera
tuvo el deseado efecto, de manera
que en grandes pelotones,
con solemnes, horribles maldiciones,
y juramentos graves,
votan destruir las enemigas Aves.

Un anciano conejo,
ilustre senador de aquel consejo,
en medio de los gritos maldicientes
pudo al fin exclamar: —Míseras gentes,
pobre nación, hasta hoy modesta y sabia:
¡adónde os precipita vuestra rabia!
¿Pues que, sin tener alas
subir queréis a las etéreas salas?
¿Faltos también de jefe y disciplina,
no hacéis más indudable vuestra ruina?
¡Cómo atacar a un pueblo bien situado,
de pico y garras y de astucia armado!
Sabed que si las Aves hacen guerra
desde el viento a la tierra,
no son más que instrumento
del Hombre que es Señor de tierra y viento.

Sabed que provocando al santo cielo
perdéis la posesión acá en el suelo,
sabed.... Otras razones
quiso añadir con sabias reflexiones;
pero en las Liebres con calor ignoto
crece el desorden, crece el alboroto,
tremolándose al punto las banderas
de estas nuevas guerreras,
que esperaban hallarse con presteza
victoria, libertad, y gran riqueza.

Este ya es el quinto año
del figurado bien y cierto daño.
¡Grave dolor, tristísima memoria!
Otros apliquen la fingida historia.



XI
Las dos gallinas

Dos gallinas cluecas
en menuda paja
miran doce huevos
y hacia ellos avanzan.

—Fuera —gritó una—,
quita, adelantada,
para mí se han puesto,
que lo dijo el Ama.

—Qué había de decirlo;
cállate, malvada:
yo soy la querida
de toda la casa.

—Ja, ja ¿no te digo?
¡Por tu linda cara!
Yo sí, que en la mesa
me dan las migajas.

—Por entrometida
barbera y taimada.
¡Perra! Que a picones
los huevos acabas.

—¿Y tú que te vives
los meses echada,
y después de todo
ni un pollito sacas?

—¿Y tú que por floja
los descrías y matas?
Eres una puerca.
—Eres una maula.
—Embustera, loca.
malhaya tu estampa.
—Milanos te lleven.
—Mal rayo te parta.

Después de los dichos,
el pico se agarran,
se dan, se despluman,
y al fin se desangran.

Mas cuando aturdidas
reculan y saltan,
los huevos se quiebran
y el pleito se acaba.

Para otros que vemos
acá en nuestra Patria,
igual desenlace
parece que aguardan.




Francisco Ortega (1793-1849). Nació y murió en la Ciudad de México. Luis G. Urbina lo considera como “el más pulido y cuidadoso versificador de su tiempo”. Desempeño diversos cargos públicos, y fue de los pocos diputados al primer Congreso mexicano que hicieron oposición al militar y político mexicano, Agustín de Iturbide (1783-1824), quien proclamó el Plan de Iguala en 1821, y se proclamó Emperador al año siguiente.

Después de señalar que “fue un poeta civil; y, llegada la oportunidad, puso su lírica al servicio de la causa: la causa de la Patria”, Urbina  concluye: “La oda de Ortega a Iturbide es una de las páginas más honradas, valientes y puras de aquella época impura y revuelta.”

El primer poema pertenece al segundo tomo de la Antología (págs. 624-627), mientras que el segundo lo extraje de Poesía Neoclásica (págs. 27-30):




En la instalación de la diputación provincial de México, elogio al Virrey Apodaca, por permitir la instalación de la asamblea popular en el año de 1820.

Alzad, alzad de frente, mexicanos,
en el polvo sumida,
y con ojos ufanos
mirad cómo ya goza
nuestra patria infeliz salud y vida.
Himnos, loor a Apodaca que acatando
la augusta ley, y plácido escuchando
nuestro voto anheloso dijo: —Sea
la mexicana próvida asamblea.

El eco sonoroso
difúndese do quier, y es repetido
en la villa, en el pueblo reducido,
en la cabaña y en el monte umbroso,
en la selva y el  llano,
y en las playas también del Océano.

Oyólo con pavor, tembló en su asiento
el déspota inhumano,
que hartado ya de sangre, más sediento
del oro engañador, altivo y fiero
ha hollado la justicia,
y ni aun del nudo y simple ganadero
el mísero alimento
contentar ha podido su avaricia.

Oyólo triste el exactor malvado
que con igual compás del rico y pobre
los haberes medía,
y al artista y al prócer ha adunado;
y con mustio semblante
mira el trabajo y afanar futuro
que le aguarda, si quiere en adelante
vivir de infamia y de baldón seguro.

Mientras el labrador corre ligero
al yermo campo que dejado había,
y al ver lucir tan suspirado el día
lo saluda y bendice placentero.
Libre ya de saña
de visires tiránicos, cultiva
y coge el fruto de la verde oliva,
de la vid tierna y la jugosa caña.

No teme el oaxaqueño
que se aproveche la codicia insana
del afanoso empeño
con que curó de la purpúrea grana.
Ni el minero acuitado
mira el antro profundo
do el precioso metal se halla encerrado
de tu penar origen, nuevo mundo.

Nada le asusta ya: nada le aterra:
al hondo abismo impávido se arroja,
y arranca los tesoros
que en sus entrañas ocultó la tierra.
Y escúchanse a la par alegres coros
de jóvenes lozanos,
que, ceñidos que mirtos y de rosas,
tan entonan mil cánticos sonoros:

—¡Oh sin igual ventura
que nuestros padres nunca conocieron,
nuestros esclavos padres que vivieron
sumidos en la pena y la amargura!
Ya de las ciencias en el campo extenso
nuestro espíritu audaz podrá espaciarse,
y alígero lanzarse
hacia el éter inmenso,
y, de Newton a par, las luces bellas
medir el sol, la luna y las estrellas.
El mar amenazante arrostraremos,
y con naves ligeras
correremos las costas extranjeras,
y de frutos cargados tornaremos.
Veremos los lugares
do nace y muere el rutilante Apolo.
He aquí de vuestros padres los hogares,
nos dirá el castellano:
podremos visitar el yerto polo,
y también abrazar al libre habano.
No temerá la vista
del anglo, ni del bátavo industrioso
el mexicano artista;
y su nombre, hoy oscuro, y humildoso,
al desdén o al olvido condenado
de la Europa altanera,
veráse respetado
y en prez tenido por la Europa entera.
¡Oh sin igual ventura
que nuestros padres nunca conocieron,
nuestros esclavos padres que vivieron
sumidos en la pena y la amargura!

¿No los oyes alzar, cara asamblea,
tus loores al cielo,
llamándote gloria y su consuelo,
pidiendo que tu nombre eterno sea?
A su voz el tirano Despotismo
que ve frenado ya su orgullo fiero,
huye despavorido al hondo abismo,
do su fatal mansión tuvo primero;
y el ciudadano honrado,
de gozo puro y confianza lleno,
se ve en el dulce seno
de la felice patria recostado:
a la fatiga dura se compone,
ferviente anhela ya por aliviarla,
y prestarle su ayuda,
a sus cargas el hombro ya dispone:
no llegará jamás a abandonarla,
qué impávido desde hoy firme la escuda:

Y tú, que corres por la selva errante,
buscando con presura
al almo numen que del alto cielo
te aterra con el rayo fulminante,
o te halaga, cubriendo de verdura
y dulces frutos tu silvestre suelo:
ya tímido, ya grato, ofrenda pura
presentarle podrás: rasgado el velo
que su faz adorable te encubría,
lo aplacarás, lo ensalzarás un día.

Alzad, alzad la frente, mexicanos:
hoy mueren los tiranos,
la santa Libertad, que desatado
su cuello vio de la sangrienta soga
que el inmortal Quiroga
osó romper con brazo denodado,
cruza los mares: su nevada planta
del Anáhuac feliz las playas pisa;
y luego que sus genios mensajeros
la patricia asamblea placenteros
le anuncian, mira ya cuál se adelanta
y nos viene a abrazar con dulce risa:
ved cuál las auras hiende en raudo vuelo;
vedla asentar su trono en nuestro suelo.







A Iturbide en su coronación.

¡Y pudiste prestar fácil oído                    
a falaz ambición, y el lauro eterno                    
que tu frente ciñera,                     
por la venda trocar que vil te ofrece                  
la lisonja rastrera  
que pérfida y astuta te adormece!                     

¡Sús! despierta y escucha los clamores             
que en tu pro y del azteca infortunado             
te dirige la gloria:              
oye el hondo gemir del patriotismo,                 
oye a la fiel historia,                     
y retrocede ¡ay! del hondo abismo.                   

En el pecho magnánimo recoge             
aquel aliento y generoso brío                 
que te lanzó atrevido
de Iguala a la inmortal heroica hazaña,                       
y un cetro aborrecido                   
arroja presto, que tu gloria empaña.                 

Desprecia la aura leve, engañadora,                  
de la ciega voluble muchedumbre,
que en su delirio insana,             
tan pronto ciega, abate como eleva,                  
y al justo a quien hosanna                      
ayer cantaba, su furor hoy llega.            

Con los almos patricios victoriosos,
amigos tuyos y en el pueblo electos,                 
en lazo fiel te anuda;                    
atiende a sus consejos, que no dañan:             
sólo ellos la desnuda                    
verdad te dicen; los demás te engañan.

Esos loores con que el cielo te alzan,                
los vítores confusos que de Anáhuac                
señor hoy te proclaman,              
del rango de los héroes, inhumanos,                
te arrancan y encaraman 
al rango ¡oh Dios! fatal de los tiranos.              

¿No miras, ¡oh, caudillo deslumbrado,            
ayer delicia del azteca libre!                    
cuánto su confianza,                     
su amor y gratitud has ya perdido,
rota ¡ay! la alianza             
con que debieras siempre estarle unido?                    

De puro y tierno amor, no cual solía                
allegarse, veráslo ya a tu lado,                
y el paternal consejo
de tus labios oír; más zozobrante                      
temblar al sobrecejo                     
de tu faz imperiosa y arrogante.             

La cándida verdad, que te mostraba                 
el sendero del bien, rauda se aleja
del brillo fastüoso             
que rodea ese solio tan ansiado;            
ese solio ostentoso,                       
por nuestro mal y el tuyo levantado.                

Y en vez de sus acentos celestiales,
rastrera turba, pérfida, insolente,                     
de astutos lisonjeros,                   
hará resonar sólo en tus oídos               
loores plancenteros:                     
¡ah, placenteros..., pero cuán mentidos!

No así fueron los himnos que entonara                      
Tenoxtitlán cuando te abrió sus puertas;                    
y saludó risueña                
al verte triunfador y enarbolando                     
la trigarante enseña,
seguido del leal patricio bando.              

¡Con qué placer tu triunfo se ensalzaba!                      
La ingenua gratitud ¡con qué entusiasmo                  
lo grababa en los bronces!                       
¡Tu nombre amado con acento vario,   
cuál resonaba entonces                
en las calles, las plazas y el santuario!              

Ni esperes ya el clamor del inocente,                
ni de la ley la majestad hollada,             
ni el sagrado derecho        
de la patria vengar: que el cortesano,               
de ti en continuo acecho,             
atará para el bien tu fuerte mano.                     

¿De la envidia las sierpes venenosas                 
del trono en derredor no ves alzarse,               
y con enhiestos cuellos                
abalanzarse a ti? ¿Los divinales             
lazos de amistad bellos                
rasgar y conjurarte mil rivales?             

La patria, en tanto, de dolor acerbo      
y de males sin número oprimida,                      
en tus manos ansiosa                   
busca el almo pendón con que juraste             
la libertad preciosa            
que por un cetro aciago ya trocaste.

Y no la halla, y en mortal desmayo                   
su seno maternal desgarrar siente                    
por impías facciones;                    
y de desolación y angustia llena,            
los nuevos eslabones
mira forjar de bárbara cadena.               

¡Oh, cuánto de pesares y desgracias,                 
cuánto tiene de sustos e inquietudes,              
de dolor y de llanto;                      
cuánto tiene de mengua y de mancilla,
de horror y luto cuánto               
esa diadema que a tus ojos brilla!                     




El siguiente epigrama alude al Ejército de las Tres Garantías, también llamado “Ejército Trigarante”, el cual fue un cuerpo militar existente entre 1820 y 1821, que estuvo encabezado por Iturbide durante las postrimerías de la Independencia de México (Ómnibus, pág. 284):




Soy soldado de Iturbide,
visto las tres garantías,
hago las guardias descalzo
y ayuno todos los días.







José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827). Nació y murió de tuberculosis en la Ciudad de México. También conocido como “El Pensador Mexicano” —nombre del periódico liberal que fundara en 1812. Poeta, periodista, dramaturgo, novelista.

Su novela más recordada es “El Periquillo Sarniento”, donde retrata la vida cotidiana de la Nueva España.

Fundador de diversas publicaciones. Fue un incansable luchador a favor de la “libertad de prensa”, lo cual le costó incluso la cárcel.



La nueva tonada del trágala, trágala

CORO

Ya no hay Borbones,
ya no hay remedio:
trágala, trágala,
trágala perro.

Cinco partidos
nos acechaban
para sumirnos
en la desgracia.

CORO

Los monarquistas
sin dinastía
por tal gobierno
se decidían.

CORO

Republicanos
con más acierto
hacían partido
por el bien nuestro.

CORO

Iturbidistas
en el silencio
al héroe quieren
rey del imperio.

CORO

Los que al Congreso
sostener tratan,
no sin justicia
a ello se amañan.

CORO

Los borbonistas
quieren se cumpla
lo que la España
misma repugna.

CORO

En estas cuitas,
en estas zafras,
todo se enerva,
todo desmaya.

CORO

Ya del erario
la casa exhausta,
a nadie puede
servir de nada.

CORO

No vemos leyes
ni consonancia
en los poderes,
pues todo es zambra.

CORO

Ya nuestras tropas
desesperadas
también vacilan
en la desgracia.

CORO

El pueblo todo
ve divididas
las opiniones,
y se intimida.

CORO

Unos a otro
en esta escena
se temen y hablan
con gran reserva.

CORO

Éste es el modo
con que comienza
la vil discordia
a hacer la guerra.

CORO

Mas a este tiempo
el cielo santo
nos mira tierno,
nos oye grato.

CORO

La tropa y pueblo
el día diez y ocho
a la anarquía
ponen el coto.

CORO

Agustín viva,
gritan acordes,
y sus acentos
con gusto se oyen.

CORO

El diez y nueve,
que se corone,
gritan resueltos.
Nadie se opone.

CORO

Los diputados
hablan, discuten,
resuelven
que se ejecute.

CORO

En el veinte uno
el nuevo César
el juramento
solemne presta.

CORO

Los borbonistas
se desesperan;
mas no hay remedio,
la cosa es hecha.

CORO

Ya no hay peligro:
patria, respira,
que es hijo tuyo
quien te domina.

CORO

Con este César,
republicanos,
libres seremos
si hay diputados.

CORO

Cuestión de nombre
haráse todo,
si en Congreso
hemos apoyo.

CORO

Cuando Iturbide
déspota fuera,
a él ya no a extraño
yo rey hiciera.

CORO

Cuando más siendo
nuestro paisano,
que aprendió a ser
pobre vasallo.

CORO

Sin duda alguna
de amarnos tiene;
pues de nosotros
su honor depende.

CORO

Cualquier gobierno,
aunque imperfecto,
a la anarquía
preferiremos.

CORO

Fuera recelos
y desconfianzas:
Agustín viva.
Viva el monarca.

CORO

Unión, paisanos,
unión por Dios:
víctimas somos
si no hay unión.



Preferentemente trato de ofrecer los textos íntegros. No obstante, haré una excepción, ya que el siguiente poema, extraído del tomo I de las Obras de José Joaquín Fernández de Lizardi (UNAM, 1963, págs. 271-280), consta de ¡más de 455 versos!

Así, lo retomó a partir del verso 208:



El sueño de la anarquía

[...]

¿Pero no me diréis a qué salieron
esas tres Furias del horrendo abismo?
—A perder a tu patria.
—¡Santo cielo!
¿A perder a mi patria?
—Te lo he dicho
y te lo he de mostrar.
En ese instante
un carro de oro apareció lucido,
tirado de unas águilas rapantes
de parda pluma y encorvado pico.
—Sube —dijo la diosa—; y yo, temblando,
subo sin replicar, pues no resisto
jamás a la Verdad, por más que digan
mis crueles e ignorantes enemigos.
Las águilas volaron al momento,
y como un furioso torbellino
subimos a las nubes, de do pude
ver todo el septentrión a un tiempo mismo.
Pero ¿qué vi? ¡Oh, dolor! ni recordarlo
quisiera en esta vez. Yo me horrorizo;
mas por si puede ser de algún provecho
a mi adorada patria, ya lo escribo.
Vi en movimiento todas las provincias,
sus calles ocupadas de un gentío
numeroso en cada una, revolteando
sin armonía, sin orden y sin tino,
así como hormigueros donde vagan
miles de insectos sin razón o juicio.
Pero en este desorden yo no vía
Desastrosos estragos ni peligros.
Mi admiración notó la mi mentora
y así me habló su labio peregrino:
—Tres años ha que está tu patrio suelo
sin ciertas leyes ni gobierno fijo.
Ayer sujetos a unas, hoy esotras,
variando a cada paso de ministros;
ayer queriendo reine un extranjero,
hoy coronando al Iturbide su hijo;
ayer le hacían a este héroe su apoteosis,
hoy lo destronan y es el hombre inicuo;
ayer, en fin, la monarquía proclaman,
hoy son republicanos decididos.
Tan grandes convulsiones y mudanzas
otro tiempo la historia hubiera escrito
con sangre de los hijos de la patria,
cuyo estrago, por dicha, tú no has visto.
A este gobierno ciertamente el nombre
de anarquía moderada le convino.
Tal paz ha sido fruto de las luces
del diez y nueve venturoso siglo
y de la unión también; si ésta la rompen,
¡infeliz Anáhuac! su fin predijo.
En esto vi lanzarse a las provincias
las Furias dando formidables gritos.
Los concursos penetran, los dividen
y ya todos se llaman enemigos.
Ni religión ni sangre los contienen,
ni unas costumbres, ni un idioma mismo.
Es todo confusión, todo venganza,
encono, oposición, rabia, delirio.
Pero do quiera se miran los cañones,
bombas, granadas y otros mil malditos
bélicos instrumentos de muerte
de que se hallan los hombres prevenidos.
República proclaman las provincias,
generalmente con sonoro grito.
Central algunos quieren; pero todos
su voto dan por el federalismo.
Sin embargo estos votos aún no iguales
la oposición anuncian de partidos.
Unos a la república defienden;
otros sostienen el tolentarismo;
éstos dicen que no, que tal gobierno
la religión destruye de Dios Cristo,
y monarcas quieren los serviles
por obtener bordados y destinos.
Hay quien grite con furia: viva España,
y otros: viva Iturbide; ¡qué delirio!
Entre los liberales no son unos
los sentimientos, no, son bien distintos.
Unos nuevo Congreso están pidiendo;
convocatoria nueva ya han pedido,
de nulidad diciendo de estas Cortes;
y otros dicen que no, que no convino
semejante mudanza, que no se haga,
que el Congreso es legal, que siga el mismo.
En esta divergencia de opiniones
se aumentan los impresos, los escritos
y las conversaciones. No se escucha
de la razón el eco persuasivo;
todos quieren tenerla: ceder a otro
lo tienen por bajeza o por delito.
En esto se enfurecen y disponen
aclarar su justicia con los filos
con la ira y su recíproco exterminio.
Tocan al arma, reúnense en millares.
Del cañón el estruendo y el estallido
su efecto indica: caen los ciudadanos
unos sobre otros; el furor impío
de la cólera crece; ya se mezclan
los hermanos, los padres y los hijos;
no quieren conocerse; todos miran
en el que está delante un enemigo;
todos se hieren con furor insano;
la negra sangre corre en anchos ríos,
la espesa polvareda hace una nube
que impide ver dó se dirige el tiro,
y entonces encarnizados, ciegos, locos.
se matan los amigos con amigos.
Ya es todo confusión; ya no se escuchan
las cajas, las cornetas ni los pitos;
ya no hay jefes que manden, pues ninguno
es ni puede ser obedecido.
El ruido de las armas, los lamentos
de los que caen heridos, los relinchos
de los briosos caballos, los insultos
que todos se hacen con furiosos gritos,
no dejan oír la voz de los que mandan
y obedece cada uno su capricho,
su cólera y furor. La Parca fiera
en torno vuela del funesto sitio,
víctimas mil a mil sacrificando
de su guadaña al acerado filo.
Cansados de matarse y despechados,
de los pocos que queda, los residuos
unos huyendo de otros se retiran,
pero siempre irritados, vengativos
y jurando morir antes que nadie
los haga sucumbir a su partido.
Luego que aquel enjambre se disipa
vuelvo la vista al campo... ¡Oh, Dios qué miro!
De cadáveres yertos mil escombros
por la tierra se miran esparcidos
entre caballos muertos, muchas armas
y otros despojos; claman los heridos
que, nadando en la sangre, favor piden
al cielo santo con horribles gritos.
Quito la vista de este triste cuadro,
y hacia otro punto trémulo dirijo
mis ojos anegados en el llanto,
y miro que unas tropas, ¡oh, Dios mío!
venciendo una ciudad, entran furiosas
a fuego y sangre: sólo haber nacido
un crimen era para los caribes.
Hombres, mujeres y niños,
mozos y viejos, nada perdonaba
su furor alevoso y vengativo.
La púdica doncella y la casada
a vista de sus padres y maridos
se violan, y después... ¡oh, qué fiereza!
las pasan los soldados a cuchillo.
Las Furias vuelan por doquier, llevando
el fuego por las calles y edificios.
Su ominosas teas nada perdonan:
arden los templos del piadoso Cristo,
y sus vírgenes son sacrificadas
a la venganza y al furor lascivo.
Ardiendo las ciudades, nadie encuentra
Inmunidad ni aun el menor asilo.
La fiel esposa corre apresurada
en pos del carro esposo; con un niño
vaga una triste madre, por si puede
librar al inocente del peligro;
el valetudinario, el pobre viejo,
huyen con paso débil y tardío
de la terrible muerte que los sigue,
y siempre encuentran en los crueles filos
del sable, espada, lanza y bayoneta
de sus despiadados enemigos.
Los que están en el campo se contemplan
seguros de la muerte...; ¡qué delirio!
Sacan al labrador para que aumente
las filas de verdugos y asesinos.
Decae la agricultura y el comercio;
las ciencias se entorpecen; los oficios
o las artes fabriles no se ocupan.
A esto se sigue la hambre y la miseria
y, por un consiguiente muy preciso,
la peste, que se extiende por los miasmas
que la atmósfera llenan corrompidos.
En breve tiempo, ambas a dos plagas
a cuantos olvidaron los cuchillos
sepultan en la huesa. Ya a mis ojos
no es nación, no es Anáhuac el que he visto;
es un triste desierto donde vagan
pocos hombres cobardes y mendigos.
A este momento la imperiosa España,
En Veracruz, por Soto y por Tampico;
se reúnen y se aprestan a la guerra;
mas cuando creen hallar un enemigo
que alguna resistencia les hiciera,
hallan un continente que destruido
se ha por su misma mano, un esqueleto,
una vil sombra de lo que había sido.
La misma compasión los mansedumbra
y, más humanos que nosotros mismos,
indulto nos prodigan, y nosotros,
creyendo en su piedad hallar abrigo,
nos acogemos a él, y en un instante
esclavos somos: nuestros caros hijos
no verán más la libertad deseada,
porque nosotros mismos los vendimos
con nuestra divergencia de opiniones,
con nuestra insensatez y fanatismo.
Soñando así pensaba, y doloroso
los ojos vuelvo, a mi diosa miro
con expresión muy tierna; ella me dice:
—Tú adoras a tu patria, hijo querido,
y yo también...; ya está; yo no quisiera
que escena tan terrible hubieras visto;
pero esto aún no sucede; y porque nunca
llegue a ser realidad tal vaticinio,
te lo he mostrado en sueños: tú, despierto,
avísale a tu patria su peligro.
Éste les amenaza si prosiguen,
como hasta ahora parecen, desunidos.
No hay gobierno tan malo como tenga
súbditos ilustrados y sumisos,
que un centro reconozcan y que atiendan
de la razón el elocuente estilo;
pero si por desgracia se desunen,
si cada uno prefiere su capricho
al bien de todos, ¡infelice reino!
la anarquía lo destruye, Dios lo dijo:
no es reino mi nación, será desierto
el pueblo que en sí se halle dividido.
—Conque en fin ¿todo es falso?
—Todo es falso;
pero ten entendido, ¡oh hijo mio!
que si se desunieren las  provincias;
si cada uno siguiere los prestigios
de su imaginación; si en un Congreso
no reconocen el asilo fijo
de su felicidad; si se separan;
si adoptan cada día planes distintos
y formas de gobierno diferentes,
todos perecerán: ya te lo he dicho.
Dilo así a tus paisanos, por que nunca
digan que la Verdad no les dio aviso.
Y en prueba de que quiero el bien de todos,
recibe esta expresión de mi cariño.
Dijo, besóme y fuese. Yo, embriagado
con tal gozo, despierto. ¿Quién ha dicho
cuando el gusto o pesar son excesivos?
Si útil pudiere ser éste mi sueño,
la patria lo sabrá, ya yo lo escribo.






El político y militar mexicano, Antonio López de Santa Anna (1794-1876), mereció innumerables ataques. Fue presidente de México en once ocasiones. Su figura, incluso en la actualidad, sigue siendo polémica. Del Óminibus de Zaid, estas piezas (págs. 284-285) como constatación:




Adivinanza
después del solemne entierro de la pierna del señor Presidente.

Es Santa sin ser mujer
es rey sin el cetro real,
es hombre, mas no cabal,
 y sultán, al parecer.
Que vive debemos creer:
parte en el sepulcro está
y parte dándonos guerra.
¿Será esto de la tierra
o qué demonios será?



Cuándo, contra Santa Anna

Cuándo llegará ese cuándo,
cuándo llegará mañana,
que le den sus pildoritas
al jovencito Santa Anna.

Con hipocresía malvada
so color de patriotismo
nos da la nueva asonada
dizque contra el centralismo.
¡No tal!, que el aspirantismo
su corazón inflamando,
es el que le está dictando
su mal forjada mentira,
con que a los bobos admira
porque a los sensatos ¡cuándo!

Si Zavala gobernara,
si su compadre existiera,
si la logia lo ayudara,
si un Bustamante no hubiera,
sin duda que esta escalera
serviría para su mando;
pero bien puede llorando
lamentar su sueño horrible,
porque todo es asequible;
pero que él impere ¡cuándo!

Cuando el yorquino Zavala
robaba a roz y velloz,
Santa Anna en amor de Dios
sufría conducta tan mala.
Dormía el acero y la bala.
¿Y por qué? Porque mamando
y a sus anchuras gozando
estaba su patriotismo.
Pero se cerró el abismo.
¿Entraremos en él? ¡Cuándo!

Poinset apoyo encontró
en su arte maquiavelino
con un ministro yorquino
que por fortuna murió.
¿Qué hizo Santa Anna? Calló,
calló y estuvo obsequiando
el crimen negro y nefando
del Norte y de sus intrigas.
¿Y ahora de esas mismas migas
quiere que comamos? ¡Cuándo!







El militar, poeta y periodista, Antonio Plaza (1833-1882), nacido en Guanajuato, y muerto en la capital, fue uno de los espíritus más ingeniosos y combativos de nuestra literatura. Escribió este epigrama sobre “Su Alteza Serenísima”:




Contra Santa Anna

El éxito no fue malo,
vencimos a los traidores
y volví pisando flores
con una pierna de palo.



En su Álbum del corazón (págs. 90-94), prologado por el también poeta, Juan de Dios Peza (1852-1910), se encuentran estos reveladores testimonios de su época:



A***
Sirvió al Imperio
Soneto

Viejo y panzón, más cojo que Vulcano,
probó el pan del apóstol Iscariote,
y hoy que el hambre le seca hasta el cogote,
le excluyen del festín republicano.

Pobre ex soldado, ex hombre, ex mexicano
va para muerto caminando al trote;
de su cuerpo gastado perdió un lote,
y el resto morirá si falta grano.

En su abdomen ingente hay un vacío,
que torna cada tripa en catacumba:
una gula rabiosa le da brío:

Pero al sentir que el hambre lo derrumba,
anhela hundirse en el sepulcro frío,
por comerse las tablas de su tumba.



Comer y bailar

I.
La calva fortuna,
la ciega deidad,
ilógica siempre
dio a usted, Sebastián,
del buen Sancho Panza
la dicha casual.
Voacé, sin embargo,
no puede tocar
la flauta, y su genio
gubernamental,
no vale un pepino
para gobernar.
Tiene usted, sin duda,
un diente especial,
y piernas usadas
que saben danzar;
mas mientras engulle
con gula voraz,
y brinca y se tuerce
bailando con can,
nos lleva el demonio,
Señor, sin piedad,
que aquí vegetamos
escasos de pan.
Voacé no gobierna,
porque gobernar
no es solamente
señor Sebastián,
bailar y comer,
comer y bailar.

II.
La horrible discordia
rugiendo ya está,
y afila en los montes
sus garras audaz.
La reina silvestre
su cetro fatal
en cuba de sangre
pretende mojar.
Muy pronto esa hidra
infame será
atroz combustible
de hoguera voraz.
¿Por qué a las montañas,
Señor, no se van,
esos que lo hicieron
honores de Czar,
la noche que vino
de aquella candad
a la que entre Hurras
marchó solo a
bailar y comer,
comer y bailar?

III.
Sus ministros tienen
talento brutal,
la patria con esos
no puede marchar;
el fisco en la bruja
camina bien mal,
con trampas aquí,
con trampas allá,
usted sabe que
si falta metal
pierden las naciones
su vitalidad.
Exigen las armas
reforma formal;
porque en el ejército
generales hay
que nunca un petardo
oyeron tronar.
Son las oficinas
un campo feraz,
do medra y engorda
la gente animal.
¡Por Dios! no se ocupe,
señor, de danzar;
que platos y copas
se queden en paz,
que al fin es la gula
placer de gañán.
Dirán que es su doble
pasión capital
bailar y comer,
comer y bailar.

IV
¿Acaso es la patria
convivialidad?
¿haciendo cabriolas
se puede salvar?...
Cesen las piruetas,
las polkas, el wals,
no sea que brincando
se vaya a encojar.
Los blancos manteles
levántense ya,
empiece el gobierno;
acabe Canaán:
porque indigestarse
es malo a su edad.
Ya no so divierta
con danza fugaz;
hecho un Rigoletto
voacé estuvo ya;
eso no da gloria,
ni renombre da;
porque nunca pasa
a futura edad
ocioso magnate
que sabe no más
bailar y comer,
comer y bailar.






Y de su poema “16 de septiembre” (ibídem, pág. 206), el tercer soneto en que se dirige a Miguel Hidalgo:



III.
Anciano venerable, quizá en el cielo penas
mirando de tu patria el porvenir fatal;
de tu patria que tiene escrita en sus cadenas
la irónica palabra de santa libertad. |

La patria que dormida al borde del abismo,
su estúpido letargo no quiere sacudir;
aquí la democracia es negro despotismo,
la estafa y el capricho las leyes son aquí.

Mas confórmate, Cura, con tu brillante suerte,
que en libro misterioso por Dios escrito fue;
que de los grandes hombres sirva sólo su muerto
para que tengan vida los pequeños después.







La figura de Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) es el símbolo de un período político convulso. Armando Jiménez en Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la ciudad de México (Editorial Océano, 2000, pág. 141), recoge esta anécdota:




“Al siguiente día de la llegada de Maximiliano a México, apareció en los muros del Palacio Nacional el profético pasquín”:




Llegaste Maximiliano
y te irás Maximilí,
pos lo que trajiste de ano
lo vas a dejar aquí.








Guillermo Prieto (1818-1897). Nació y murió en la Ciudad de México. Poeta y político mexicano.

Participó activamente de la defensa del país en las Intervenciones estadounidenses y francesas.

En la “pintoresca” historia oficial, se le recuerda por aquel episodio en que salvó la vida a Benito Juárez (1806-1872) al espetar a los soldados del quinto regimiento: “Los valientes no asesinan.”

Fungió como ministro de Hacienda de Juárez, y lo acompañó en el exilio, aunque posteriormente se manifestó en contra de él, una vez restaurada la República. Asimismo, fue diputado en diversos períodos —incluso durante el Porfiriato.

Dentro de la vasta obra satírica de Fidel, seudónimo del autor de Musa Callejera, se pueden encontrar ataques contra personajes y alusiones a sucesos de la vida pública mexicana: Juan Nepomuceno Almonte, Santa Anna, Maximiliano, Juárez, Lerdo de Tejada...




Himno contra los conservadores.

Los cangrejos

Casacas y sotanas
dominan dondequiera;
los sabios de montera
felices nos harán.
Cangrejos a compás,
marchemos para atrás
¡Zis, zis y zas!
marchemos para atrás.

¡Maldita federata!
¡Qué oprobios nos recuerda!
Hoy los pueblos en cuerda
se miran desfilar.
Cangrejos, a compás,
marchemos para atrás.

Si indómito el comanche,
nuestra frontera asola,
la escuadra de Loyola
en México dirá:
Cangrejos, a compás,
marchemos para atrás.

Horrible el contrabando,
cual plaga lo denuncio;
pero entretanto el Nuncio
repite sin cesar:
Cangrejos, a compás,
marchemos para atrás.

En ocio, el artesano
se oculta por la leva,
ya ni al mercado lleva
el indio su huacal.
Cangrejos, a compás,
marchemos para atrás.
                    
Al sable y al bonete
el pueblo les dirá:
“En las revoluciones
pararse es ir atrás.”
Rompí ya mis cadenas,
brilló la libertad;
que marchen los cangrejos,
que marchen al compás.

Murió la tiranía,
ya sólo imperará
de la Constitución
la excelsa majestad.
Por eso al que pretende
ad libitum mandar,
el pueblo grita airado:
¡Cangrejos, para atrás!

Si progreso y reforma
palabras son no más,
y tras ellos no marchan
honor y probidad;
si sólo es ilusión
la santa libertad,
no hay duda que marchamos,
cangrejos, para atrás.




Hasta aquí llega el texto que ofrece Zaid, en el cual incluye la siguiente leyenda “(Estrofas ¿de otra mano?, 1861)”. Sin embargo, Boris Rosen Jélomer, compilador de las Obras Completas del autor (Tomo XIV, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, págs. 58-59), explica que el texto fue “publicado por primera vez en La Orquesta, núm. 11, 6 de abril de 1861, p. 42, y lo transcribe íntegro:




Si tanto horrible crimen  
de robo y de crueldad,
que cometió el bando
clérico-militar,
el manto de la patria
benigno ha de tapar,
¡adiós revolución!
Cangrejos, para atrás.

Si sigue cada obispo,
en una pastoral,
las leyes derogando
que México se da...
Si el veto soberano
la mitra ha de gozar,
¡adiós sangre del pueblo!
Cangrejos, para atrás.

Si cada tiranuelo
su santa voluntad
ha de seguir haciendo
por nefas o por fas;
si la Constitución
al fin no ha de imperar,
¿no es cierto que marchamos,
cangrejos, para atrás?

Si el sudor de los pueblos
por siempre ha de engordar
de viles agiotistas
región abdominal;
si nunca las gabelas
nos dejan respirar,
¡adiós erario público!
Cangrejos, para atrás.

Si el hijo de los campos
y el pobre de ciudad
la gorra de cuartel
por fuerza han de llevar;
si en vez de sueldo, palos
sus jefes le han de dar,
medrados quedaremos,
cangrejos, para atrás.

La Verdad




Del tomo ya referido dedicado a su Poesía Satírica (págs. 212, 285-286):  



Estamos bien

Se acabaron los mitotes
de mochos y sans-culottes
que armaban el somatén;
ahora ninguno hay que chiste
y nadie al poder resiste.
Estamos bien.

Como palomo y paloma,
hablando en el propio idioma
van patriotas y traidores,
sin rencillas ni rencores
a todo diciendo: amén,
y estamos bien.

Gastamos a troche y moche,
andan las monjas en coche,
y hay bribones con gran tren
en los puestos del Estado;
pues no hay duda, bien pensado.
Estamos bien.

Soltamos ferrocarriles
por centenares, a miles,
pagarlos será otro punto;
mas lo cierto del asunto
es, que habrá mucho va y ven.
Estamos bien.

Despreciando las consejas,
por un plato de lentejas
podemos dar bienes cien;
pero, decidme, ¿y la prensa?
La prensa come y no piensa,
estamos bien.

¿Qué mejor...? Con la quincena
tenemos la panza llena;
como no llora el que mama,
hasta la parlera fama
muestra cierto ten con ten.
Estamos bien.

Para subir hasta el cielo,
copas, albures, un duelo,
y luego... como llovido
en un puesto distinguido,
recibiendo el parabién.
Estamos bien.

¿Te casas?, ¡qué desvarío!,
yo de las hembras me río;
bueno es tener más de dos,
y en habiendo venganos,
habrá otras dos de retén.
Estamos bien.

Se arma la de “Dios es Cristo”,
emigramos, está visto,
sin la menor dilación.
Harán otra evolución
los que hoy en zancos se ven
y estamos bien.

Noviembre 25 de 1881



Soneto

¡Amistad y política! ¡Mentira!
En política, amigo, el que se mete
ya sabe que es caballo y que es jinete.
Ya sabe que uno afloja y otro estira.

¡Amistad y política! Delira
quien la empresa ridícula acomete;
si uno tiene a la suerte del copete,
otro a sus plantas mísero suspira.

Escalón, instrumento —no lo niego—,
consignas y no afectos, ¡comerciantes
que honor y patria y todo vuelven juego!

Y donde mira el mundo dos gigantes,
ve la sana razón guardián y lego,
y, por suma redonda, dos tunantes.







Vicente Riva Palacio (1832-1896). Nació en la Ciudad de México, y murió en Madrid, España. Nieto de Vicente Guerrero. Político, militar, jurista, poeta, historiador, satírico, y escritor mexicano.

Fundador y colaborador de diversos periódicos como El Pito Real, La Tos de Mi Mamá en los que acaba a los franceses y conservadores; El Constitucional, El Radical y El Ahuizote, donde arremetió contra el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889).

Como funcionario público fungió como general, gobernador, consejero, diputado, ministro de la Suprema Corte de Justicia, ministro de Fomento.

Acaso sea Riva Palacio la figura más combativa en una época pródiga en talento.

En Ómnibus, Zaid recoge un par de poemas (pág. 286):




El diputado “electo”
Por el distrito de San Gabriel, 1861.

Lo de San Gabriel es grave,
y no sé si acepte yo
para el Congreso la llave
de un distrito que no sabe
ni que madre me parió.



Un diputado de provincia

Ancho como un tonel, muy colorado,
maneras toscas, y el andar muy lento,
casaquín rabilargo y polvoriento,
por costumbre el sombrero espeluznado.

Se sienta en la curul casi atrojado;
hecho un patán, blasona de talento
y sin nada entender, aquel jumento,
a cada discusión dice: aprobado.

Su distrito reniega del cazurro
que aprueba y desaprueba simplemente,
porque aquel animal, porque aquel burro,

si diputado no es, tampoco es gente.
Tipos como el actual veo con exceso
ocupar los asientos del Congreso.







Uno de sus poemas más “populares” es aquel que le dedicara a la esposa y viuda del referido Maximiliano.

Se cuenta que el 14 de julio de 1866 en Huetamo, Michoacán, después de recibir un correo, Riva Palacio le indicó a su secretario: “Ahijado, traiga usted papel y pluma y escriba lo que voy a dictarle”. Y así, sin corregir, concibió “Adiós, mamá Carlota”, alusión a las palabras: “Yo me consideró madre de todos lo mexicanos”, que aquélla había pronunciado en Yucatán un año antes.



Adiós, mamá Carlota

I

Alegre el marinero
Con voz pausada canta,
Y el ancla ya levanta
Con extraño rumor.
La nave va en los mares
Botando cual pelota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

II

De la remota playa
Te mira con tristeza
La estúpida nobleza
Del mocho y del traidor.
En lo hondo de su pecho
Ya sienten su derrota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

III

Acábanse en Palacio
Tertulias, juegos, bailes,
Agítanse los frailes
En fuerza de dolor.
La chusma de las cruces
Gritando se alborota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

IV

Murmuran sordamente
Los tristes chambelanes,
Lloran los capellanes
Y las damas de honor.
El triste Chuchu Hermosa
Canta con lira rota:
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

V

Y en tanto los chinacos
Que ya cantan victoria,
Guardando tu memoria
Sin miedo ni rencor,
Dicen mientras el viento
Tu embarcación azota;
Adiós, mi tierno amor.






Del poeta, novelista, dramaturgo y periodista, Juan Antonio Mateos (1831-1913), estrecho colaborador de Riva Palacio, esta otra versión:


La niebla de los mares
Radiante sol aclara.
Ya cruje la “Novara”!
A impulsos del vapor.
El agua embravecida
La embarcación azota.
¡Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor!

El ancla se desprende
Y la argentada espuma
Revienta entre la bruma
Con lánguido rumor.
En lo alto de la nave
El estandarte flota.
¡Adiós, mamá Carlota;
adiós, mi tierno amor!

¿Qué llevas a tus lares?
Recuerdos de esta tierra
Donde extendió la guerra
Su aliento destructor.
Las olas son de sangre
Que por doquiera brota.
¡Adiós, mamá Carlota;
adiós, mi tierno amor!

Mas pronto de los libres
Escucharás el canto,
Bajo tu regio manto
Temblando de pavor.
Te seguirán sus ecos
A la región ignota,
¡Adiós, mamá Carlota;
adiós, mi tierno amor!

Verás de tu destierro
En la azulada esfera
Flotar nuestra bandera
Con gloria y esplendor.
Y brotará laureles
La tumba del patriota.
¡Adiós, mamá Carlota;
adiós, mi tierno amor!




Zaid da a conocer un pequeño, pero representativo texto de 1874 (Ómnibus, pág. 289):




El poder de la elocuencia

Llegó a Cacahuamilpa la devota
comitiva del señor Presidente
y este señor, como es tan eminente,
inspirado les dijo: ¡Qué cuevota!

Y todos exhalaron: ¡Qué elocuente!







Y en la siguiente página de la obra citada, este “Soneto triplemente acróstico, y de cabo roto, al señor Presidente, muy aficionado a la vida cortesana mientras los pobres no comen” (1874) —puse en negritas las primeras letras del acróstico que forman la frase: “Al ilustre señor Sebastián Lerdo ofrenda cortesa(na)”:




Aunque te hablen de paz Siempre                    Octavia-
Los que te siguen               En tu gran                Fortu-
I en tu palacio,                    Brava, se                   Reú-
La grey de donde                Activo el gusto        Ema-

Una carpanta así                 Se acoge a                 Na-
Sin empacho.                       También te              Desayu-
Tú lo conoces, bardo,         I no se                       Adu-
Recta virtud                          A chusma                 Cortesa-

En tu camino                       Nada te                       Ocasio-
Sino tener                             Ligera la                      Rui-
El pueblo triste                   Esconde la                  Tizo-

Ñango y pobre                     Roncando en una    Esqui-
Olvídase tal vez                   De qué                          Sazo-
Rica vianda                           O manjar, quien lo  Asesi-







José Rosas Moreno (1838-1883). Nació en Lagos de Moreno, Jalisco, y murió en León, Guanajuato. Poeta, fabulista periodista y político liberal mexicano. Fue llamado el “El poeta de la niñez”. Fungió como diputado. 

De Fábulas editadas por Porrúa en 2011 (40-41 y 54-55):




El perro y el gato.

El noble Misifuf, gato goloso,
que era en todo el país ladrón famoso,
entraba a la despensa cada día,
por oculto camino,
y allí con alegría
fiero destrozo hacía,
en el queso, en el pan, y en el tocino.
Miraba el dueño el daño,
y quién era el ladrón no adivinaba;
pero una vez que Misifuf sacaba
una torta de pan de buen tamaño,
Milord, el vigilante,
el perro favorito,
del hábil gato descubrió el delito,
y la torta quitóle arrogante:
“Pérfido, infame gato,
ira me causa verte”,
le dijo con colérico arrebato;
por vil, y por ladrón, y por ingrato
morir será tu suerte,
que el robo se castigue con la muerte.
¿Cómo tienes, infame, la osadía
de escarnecer el código sagrado
que nuestra sociedad ha sancionado...?
¡Oh cuánta corrupción hay en el día!
Tu vida será corta...
Yo mucho he de gozar en tu agonía...”
Y en tanto que decía,
con gran delicia se comió la torta.
Hay en el mundo número no escaso,
de apreciables varones,
que de moral y leyes dan lecciones,
y cuando llega el caso
desmienten la moral con sus acciones.



El león reinante

Un altivo león, rey poderoso,
quiso hacer a su pueblo venturoso,
y según es costumbre entre los reyes,
sancionó presuroso varias leyes
y un manifiesto dio muy bien escrito.
Muy largo y muy bonito.
Era entonces el jefe del Senado
un jumento muy noble y afamado,
porque animales de estos
siempre figuran en los altos puestos;
y por una rareza,
que al buen lector le causará extrañeza,
el ministerio de instrucción servía
el dómine García,
que en virtud de sucesos bien fatales
fue a vivir entre aquellos animales.
            El dómine en sustancia:
—La desgracia del pueblo es la ignorancia,
le dijo el soberano,
hablándole en latín y en castellano.
—Vuestro pueblo señor, que es tan discreto,
no conoce siquiera el alfabeto,
ni sabe distinguir el sustantivo,
del verbo neutro, ni del verbo activo.
Expedid una ley en el instante,
y ordenad desde el cerdo al elefante
que se dedique luego a la lectura;
de esto, gran rey, depende su ventura.
Firmó su majestad el gran decreto,
y el pollino, era claro, opuso el veto;
pero a pesar de todo su ascendiente,
la ley se promulgó solemnemente.
Estaba en las esquinas
con unas letras gordas como encinas,
muy bellas y doradas
por el docto ministro dibujadas.
El pueblo con afán la ley veía,
pero el pueblo, ¡oh dolor!, no la entendía;
que en este reino cuyo nombre callo,
nunca supo leer ningún vasallo,
y esa ley tan sublime, y no es cuento,
nunca tuvo en el reino cumplimiento.
Desesperado entonces el monarca
hace del reino aquel sangrienta charca,
exclamando con cólera y con tedio:
—No tiene esta nación ningún remedio.
Entrando entonces en la regia sala,
le dice al rey la zorra de este modo:
—Siempre una ley es mala
si no puede entenderla el pueblo todo.
Excelente señor, fue vuestra idea;
pero errado el camino considero;
si queréis que ilustrado el pueblo sea,
ilustradle primero.






Manuel María Flores (1840-1885). Nació en San Andrés Chalchicomula, Puebla, y murió en la Ciudad de México. Poeta, político y escritor mexicano.




Un diputado porfirista

¡No es mejor que tejer sillas de tul
y que acabar en condición tan vil
codearse con la gente señoril
y pasarse la vida de gandul?

Pues vamos a atrapar una curul;
seré ministerial, seré servil;
con tal que ponga mano en los “tres mil”
que me pongan a mí de oro y azul.

Esto dijo el pillastre de Manuel.
se pronuncia, resulta general,
ayuda a Tuxtepec, triunfa con él,

y aquí me tiene usted a este animal
aún oliendo a cantina y a burdel,
diputado al congreso nacional.





Jesús S. Sepúlveda rescata en Crónicas del genio (pág. 18), editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2002, este poema del regiomontano, Melquíades Peña (1858-1948):




Versos a la política

Desde que la política existe,
dicen que, sólo consiste,
en barbear al encumbrado
y joder al que está fregado.

En la ingrata política,
aunque no lo creas;
consigues amigos de mentiras
y enemigos de a de veras.

En opiniones divide
el que es tu mejor amigo,
si milita en otro partido
se vuelve tu enemigo.






José Juan Tablada (1871-1945). Nació en la Ciudad de México, y murió en Nueva York, Estados Unidos. Poeta, periodista y diplomático mexicano.

Reconocido como introductor del haiku japonés en la literatura de lengua española y escritor de caligramas. Su obra de carácter satírico y burlesco —en que figuran escritos políticos— no es tan conocida.

Fue un férreo opositor de Francisco I. Madero (1873-1913), y favoreció al régimen porfirista. También fue colaborador de Victoriano Huerta (1845-1916).

La Universidad Nacional Autónoma de México por medio del Instituto de Investigaciones Filológicas ha editado sus Obras. Del tomo II de 1981 —donde se contiene su Sátira política— transcribo cuatro escritos (131-135; 249-250):







La torta de Eleuteria

¡Háblame de política, Eleuteria!
Y mientras empanizas la costilla,
calma mi democrática miseria,
pues soy un San Lorenzo en tu parrilla!

¡Hoy sí no te me escapas!
Dejaré en este ambiente de cochambre
que tú calmes mi hambre,
pues, más que las de Chucho, amo tus papas.

Habla de democracia,
mientras espumas las tiznadas ollas,
con esmero y con gracia,
pero háblame sin ajos ni cebollas!

El puchero murmura...
Es casi un orador ese puchero,
que un programa aventura,
¡más rojo que la lumbre del bracero!

Mondas la zanahoria
que adquiriendo en tus manos gran prestigio,
me parece un bonete rojo y frigio,
¡un bonete de gloria!

Ante tu faz hierática
los frijoles parados
semejan oradores inspirados
en alguna asamblea democrática.

Eleuteria, es tu genio el que somete
al aguacate, y con el chile diole
un objeto a su ser: el molcajete;
y una conciliación: ¡el guacamole!

Tu triunfo es la garnacha
y tu trono el pipián. Mas, ¡oh, Eleuteria!
lo he de decir aunque te ponga seria:
con ser tan buena tu cocina, ¡empacha!

Transtornando las leyes
del calendario, a mí y a mis amigos
(los pongo por testigos)
¡nos has servido ayer torta de reyes!

Tú fuiste la electora
del indigesto y trágico guisote,
y por ti los demócratas de ahora
en vez de perorar... tragan camote.

Se te olvidó el “relleno”, galopina.
¡Si dentro de la torta hubieras puesto
alguna suculenta golosina!
Ni carne, ¡ay!, ni pescado, ni gallina,
¡tan sólo un manifiesto!

¡Ni una haba, ni un muñeco! Ay, Eleuteria,
ya la última migaja se abismaba
en nuestras fauces, y al decir: ¿el haba?
¡helaba en el festín como en Siberia!

Esa torta de reyes fue funesta;
a tus víctimas ve brazo con brazo:
reniegan de la torta y de la fiesta.
Falaz torta compuesta
que no vale la prosa de un pambazo.

Guisa otra cosa; los discursos esos
hazlos tortas de sesos;
y, ¡ay, Eleuteria, de mis penas!, junto
con mi sueño político ilusorio
hazme un pan de difunto
y traete a los amigos al velorio. 



Para la comprensión del poema anterior, he aquí un artículo del propio Tablada:



El fogón se inflama

Don M. M. A., plumitivo exuberante, que lo mismo llena tres columnas de El Tiempo, que diserta sobre el ferrocarril-escuela convirtiendo a los lectores en “durmientes”, ha batido el record de la propaganda política. Muy orondo, muy satisfecho, muy alegre don M. M. arroja la expectación pública la palpitantes nueva de que Eleuteria, su cocinera, es reyista.
No sabemos qué clase de propaganda habrá llevado a cabo el buen señor para lograr ese triunfo, que debe haber llenado de orgullo al gremio de las galopinas y de los pinches, y que promete hacer una revolución en el arte culinario.
Pero me temo que don M. M. A. va a resentir pronto en el buche las consecuencias de su fervor propagandista.
Si le permitió a sus Maritornes que trajera de la plaza claveles rojos en vez de jitomates, la cocinera no va a perder ocasión de hacer política, y parodiando a los estudiantes tapatíos va a querer ser “siudadana” antes que cocinera.
Y el día menos pensado don M. M. A., al sentarse a la mesa, con el hambre feroz que le ha de sobrevenir después de escribir sus kilométricas producciones, va a encontrarse con lo siguiente:


MENÚ

Sopa de letras a la C. O. D. P. D.
Huevos revueltos al estilo tapatío.
Chiles monte rellenos.
Puchero de estudiante-ciudadano.
Pulque colorado de claveles rojos.


Después de lo cual don M. M. A. pescará una indigestión más grave que las que le han producido hasta ahora las ciencias económicas y sociales. Y comprenderá que no es lo mismo hacer política que tirarse con los platos.
Aunque se me pasaba decir que la cocinera de don M. M. A., él mismo lo asegura, es una “gárrula doncella...”
Eso cambia el aspecto de la cuestión. Que lo siga siendo.
Y que el ardor de don M. M. A. haga de esa doncella política, una... sufragette.
Todo es cuestión de propaganda.

__________
*El Imparcial, 24 de junio de 1909, t. XXVI, núm. 4462, p. 4 Seud. MARINO.
Apareció junto con “Lección de inglés”, vid. p. 136.
¹ Manuel M. Alegre se declaró reyista con gran regocijo de la prensa antirreeleccionista. El 18 de junio de 1909 México Nuevo (año I, núm. 166, pp. 1 y 7) dio la noticia con el siguiente encabezado: “Don Manuel M. Alegre se declara reyista” “Dios lo quiere”... ‘¡Vox populi, vox dei!’.” El 23 de junio, un día anterior al artículo de Tablada, México Nuevo publicó uno extenso de Alegre, titulado: “Está en la atmósfera. Es curioso en extremo lo que pasa”, en el cual decía que el grito de ¡viva el general Reyes! estaba en la atmósfera gracias a la labor del C. O. D. P. D., de los discursos de Madero y Palaviccini, y de las “peroratas” de Batalla, Zubarán, Trejo y Urueta. Como prueba de ello relata eñ hecho siguiente:

Nuestra cocinera, gárrula doncella que tiene una fisonomía reeleccionista por lo dura y lo sañuda, regresó ayer del mercado con una cara de pascuas y un ramillete de flores encarnadas en la mano “Válanos Dios, Eleuteria, le dijimos, ¿qué es lo que te pasa? ¿Son éstas las gardenias que te encargó la señora?” —“Pos verá usté niño, replicó mientras dilataba los enormes belfos, si allá en la plaza me dijeron que lo quiora siusa son los claveles; que los trajiera, que de juro le cuadrarían a la niña. Son reyistas.” —¿Y tú eres reyista, Eleuteria? —“¡Pos como no, niño, si miombre es ansina también!” ¡Hasta Eleuteria es reyista!




(Bajo el seudónimo de Tulipán.)

Política floral


Claveles rojos

(Danza para piano)

Límpiese el pueblo los ojos
y contemple conmovido
surgir al nuevo partido
—el de los claveles rojos—

Mire el apuesto doncel
que a la lucha electoral
puede entrar, en el ojal
llevando un rojo clavel.

Vestir saco no precisa.
Que el clavel no se rehúsa
a prenderse en una blusa
o a exornar una camisa.

Y aunque las flores no van
de Marte con el laurel,
quiere ornar hasta el dormán
ese travieso clavel.

Desde el nativo vergel
de Ixtacalco a Santa Anita,
llega a saco y a levita
el purpurino clavel...

Y entre su aroma, escondido
el clavel de grácil forma
oculta la plataforma
y el programa del partido.

Bien hayan los electores
que en su afán primaveral,
hacen combate de flores
de la lucha electoral...

Y con el clavel prendido
en la blusa o en el jaqué
al país estremecido
le hacen exclamar: ¡olé!

Tras del partido novel
otros vendrán en derroche
¡y a la zaga del clavel
llegará el huele de noche!

Pues las cosas llevan traza
a juzgar por la primera
de convertir en bandera
a la flor de calabaza.

En la lucha no hay arrojo
los partidos son de flores;
¡ya olerán los electores
al de los claveles rojos!








El Madero-Chantecler (1910) de Tablada es la sátira literaria más cruenta dirigida a un político —acaso junto a La diegada (1926) que Novo le “encaja” al pintor, Diego Rivera, sean las dos mejores diatribas en verso escritas por autores mexicanos.

Tal como sucedió con el poema de Lizardi, me veo obligado nuevamente a seleccionar sólo un fragmento de una obra que compuesta por más de seiscientos versos.




Madero-Chantecler, Tragicomedia zoológico política de rigurosa actualidad en tres actos y en verso (Representable en 4a. tanda) por Girón de Pinabete, Alcornoque y Astrágalo. Editada por la Compañía Aserradora de Maderos, S. A. Escena I del acto primero, intitulado “La siesta del perico” (págs. 208-211):




CHANTECLER MADERO
(Con pantalón cachiruleado y aire de Hamlet)

Mis paisanos merecen un pesebre
pues acémilas son... Yo muy ladino
les doy gato por liebre
y palo de Campeche en vez de vino...
¡Oh pueblo mexicano majadero
que me traes dócilmente tu dinero.
Mi carcajada tu inocencia arranca;
te doy palo... y te pones una tranca
vendida por Madero!

EL PERICO

Palo, tranca, juraría
si Madero hace tarugo
al pueblo, como porfía
que no hay de la viña jugo
en esta Maderería.

CHANTECLER MADERO

Pero al fin, de mi tino embotellado
tras de tanto ganar estoy cansado;
otra ambición provoca mis querellas...
¡Me sueño poderoso y aclamado
y alto, a mil metros sobre mis botellas!

EL PERICO

¡No pienses del desatino!
¡Ten calma, por Belcebú!
¿Porque ya se sube el vino
ya quieres subirte tú?

CHANTECLER MADERO

Bien me lo dicen los de casa: “Pancho
tú eres de la ciudad, no para el rancho;
orador eres, aunque tartamudo
y sin rival manejas el embudo.”

EL PERICO

El embudo... por lo ancho.

CHANTECLER MADERO

La doméstica voz no se equivoca;
yo, cual Moisés, saco agua de la roca.

EL PERICO

¡Para venderla luego como vino!

CHANTECLER MADERO

Y la hago mosto. Cristo era divino...
¿Quién habrá que sospeche
que hago para venderlas al contado
mil barricas de un palo...?

EL PERICO
                              
¡De Campeche!

CHANTECLER MADERO

Y si un prodigio tal he consumado
¿Por qué no he de cambiar de mercancía?
¡Vinatero... Político... es lo mismo!
Llamaré a mi ambición, filantropía,
y  en vez de vinos, venderé civismo!

EL PERICO

¡Oh comerciante dino:
más de lo que pesas vales
si cambias botas de vino
por votos... electorales!

CHANTECLER MADERO

Y realizada mi ilusión azul,
mi ambición altanera,
encontraré muy floja la curul,
desdeño del ministro la cartera;
y aunque la envidia me apellide loco,
ya del poder enfrente,
necesito, si llego a presidente,
todo el ajuar, porque la silla es poco.

EL PERICO

¡La risa me desternilla!
¡Alguien tiene un agujero,
o en el asiento, la silla
o en la cabeza Madero!







Margarito Ledesma fue el seudónimo de Leobino Zavala (1887-1974), quien nació en Uriangato, y murió en San Miguel de Allende, Guanajuato. Fue diputado federal de la XXVII Legislatura en México y, más tarde, diputado estatal de la XXXVI Legislatura de Guanajuato.




Las elecciones

Yo no había visto elecciones
como las nuevas de ayer.
Gritos, palos, mojicones
y piedrazos a mas ver.

Las urnas de votaciones
no eran urnas ni eran nada,
pues eran unos cajones
con la tapa desclavada.

Y los que estaban sentados
en la mesa, de respeto,
puros descuacharrangados,
casi sin ningún objeto.

A todos los que votaban
en contra del candidato
mucho que los carniciaban,
pasando así muy mal rato.

Y todo fue para nada
porque, echando maldiciones,
llegó al fin una parvada
y se robó los cajones.

Pues llegaron los malditos
nomás de golpe y porrazo,
echando pedradas, gritos,
y hasta uno que otro balazo.

Y de esos modos tan tristes
se acabó la función.
La verdad, para esos chistes,
mejor que no haya elección.







Gabriel Zaid, en su Ómnibus de poesía mexicana rescata esta breve pieza del Porfirismo, época que años más tarde rememorará Renato Leduc en su poema Tardía dedicatoria, al primero pero ya difunto amor del fabulista: “Tiempos en que era Dios omnipotente / y el señor don Porfirio, presidente. / Tiempos —ay— tan lejanos del presente.




Nuestra verdadera democracia (1904)

Por bando nacional, ya promulgado,
sepa toda la gente
que el pueblo está aquí representado
sacó de Presidente
al que en la presidencia está sentado
y seguirá sentado eternamente.




Calaveras de las elecciones presidenciales (1919) (ibídem, pág. 296):




Yo os propongo al nunca bien
ponderado y grande mico,
ilustre Chónforo Vico,
escapado de Belén.

Prófugo de las Marías,
gran maestro en la ganzúa,
instruido en San Juan de Ulúa
y en la Penitenciaría.

Sabe abrir las cajas fuertes
y extraer una cartera.
Ha sido gran calavera
y debe catorce muertes.

Elegid pues pueblo amado
sin dudar y a tapahocico
al muy ilustre y nombrado
y noble Chónforo Vico.

Después de discursos tales
llenos de frases sinceras
se fueron las calaveras
a las urnas sepulcrales.

Salió electo presidente
por su real y hermoso pico
el notable, el prominente,
ilustre Chónforo Vico.







El poeta yucateco, Liborio Crespo, escribió este epigrama sobre el político y empresario mexicano, Venustiano Carranza (1860-1920), jefe del Ejército Constitucionalista, asesinado en Tlaxcalantongo. Carranza fue presidente de México de 1917 a 1920.

(Hay más de una versión de este epigrama; sin embargo, las variaciones son mínimas tanto en los signos de puntuación como en alguna palabra que no afectan el eje del texto.)




Si vas a Tlaxcalantongo,
procura ponerte chango
porque allí a Barbastenango
le aflojaron el mondongo.




“Plutarco Elías Calles concurría a la cantina ‘La Reforma’, ubicada en 16 de septiembre esquina con Bolívar. María Conesa cantaba un cuplé cuando se decretó la Ley Seca en los Estados Unidos de América”, esto apunta Armando Jiménez en Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la ciudad de México (pág. 77).







Adolfo de la Huerta (1881-1955). Político mexicano. Fue presidente de México en 1920.








Plutarco Elías Calles (1877-1945). Pedagogo, militar y político mexicano. Fue presidente de México de 1924 a 1928, aunque continuó ejerciendo el poder en los años siguientes.




Don Adolfo de la Huerta
para Nueva York se va
y ha invitado a Don Plutarco,
quien jamás aceptará,
pues tratándose de cosas
de importancia nacional,
a donde haya estado seco
Don Plutarco nunca irá.




José F. Elizondo (1880-1943). Poeta, dramaturgo, periodista. Escribió en el periódico Excélsior, bajo el pseudónimo de “Kien”. Epigrama contra la política agrarista de Lázaro Cárdenas (1895-1970). Presidente de México de 1934-1940. Es recordado por haber realizado la “Expropiación petrolera”, así como brindar asilo político a los refugiados españoles durante la Guerra civil (Fernando Díez de Urdanivia, Pancho Liguori, presencia de un poeta en el mundo del humor, pág. 58).







Un presidente obcecado
de proletaria manía,
es peor que un chivo asustado
en una cristalería.




Epigmenio Guzmán, personaje que frecuentaba el “Café París”. Epigrama sobre los diputados en la época de López Mateos (Pancho Liguori, pág. 64).

Adolfo López Mateos (1910-1969). Presidente de México de 1958 a 1964. Era célebre por sus conquistas amorosas. De ahí que el pueblo “bautizó” a su sexenio con el lema de “Viajes y viejas”.






En el informe pasado
lloraron cual una dama,
los señores diputados
de buena y de mala fama.
Es que ellos han encontrado
que “el que no llora, no mama”.








El legendario Renato Leduc (1895-1986), en sus Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario para solaz y esparcimiento de las clases económicamente débiles (1963), ofrece los retratos de varios “especímenes” mexicanos (Obra Literaria, FCE, págs. 253, 254, 256, 258 y 263):




El cumplido funcionario

Falleció el funcionario de un maligno tumor,
de un tumor canceroso en su ancho nalgatorio
contraído en diez lustros de trabajo creador
culi-atornillado detrás del escritorio.

El personal adscrito con varias actitudes
el cadáver del jefe acompaña al panteón.
Hay algunos que ensalzan sus ocultas virtudes.
Otros hay que murmuran: Era un buey y un cabrón.

Ya el difunto desciende al seno de la Tierra
mientras aúlla frases un fúnebre orador...
Y un perrito fox-terrier encima de una perra
afánase y jadea... para escuchar mejor...



El líder

El líder camina con paso de pato.
No es que sufra callo
ni estrecho el zapato
es que así es su andar
y con él desfila el primero de mayo
y en las noches entra a su dulce hogar.

Al líder le sobra dinero: cuotas
y otras prestaciones del trabajador
le brindan queridas, maricas, madrotas;
vicios de banquero, goces de hambreador.

La vida del líder es sólo un prurito
contumaz y terco de actos-de-adhesión;
de guiar su manada servil y obediente
y escuchar el grito:
“Gracias… gracias… gracias…
Señor Presidente”
traseros en alto, en la procesión.



El mago

El mago tenía dos hijas tan bellas... tan bellas
que el gobierno en masa andaba tras ellas.

Muchachitas serias pese a sus deslices
las niñas amaban los cabellos grises...

(Cabellera gris, emblema argentino)
¿Ricachón precoz...? Si acaso Tintino.*

Las hijas del mago en íntimo ambiente
bailaron desnudas ante el presidente.

¿Sufragio efectivo? ¿Democracia? ¿Amor?
Ya el mago no es mago, es gobernador...

*Tintino: acaudalado y joven banquero de mediados del siglo XX. [N. del A.]



El diputado

Con la boca, reseca, reseca
y el cabello erizado, erizado…
corretea de la seca a la meca
el presunto señor diputado.

Trasudando sufragio-efectivo
caga sangre el señor diputado
al pensar que pudiese algún vivo
comerle el mandado…

Ya en la paz del congreso descansa
triunfador el señor diputado
bien repleto el bolsillo y la panza
y en la boca fruncida, un candado.



El señor magistrado


A la memoria de Rubén Jaramillo
y su familia


El señor magistrado expedita expedientes
con criterio cretino pero afilados dientes...

Se delibera en pleno —senténciase en privado
para halagar al rico y fregar al fregado.

Con la solemne toga y el birrete cuadrado
es un costal de mañas el gordo magistrado.

Obrero, campesino, pueblo desamparado
sólo fusil en mano no serás humillado...

¿Dónde está la Justicia...? Debajo de una mesa
contempla al magistrado que eructa y que bosteza...




Leduc creó los “Renatogramas”, los cuales aparecieron publicados en Oposición:




10.
“Hacen falta más Partidos políticos. Reyes Heroles”.

¿Más partidos... Más partidos
pa’ hacer gordo al caldo al PRI...?
Si ya estamos tan partidos...
vale más seguir así...

(No. 46, del 1 al 15 de octubre de 1972).



12.
“Nuestros candidatos son tan populares que ni campaña necesitan, declaró muy serio el senador Oscar Flores Tapia, líder de la CNOP”.

Para morirse de risa.
Ni campaña ni elecciones.
Nada más se les avisa
y se les dan instrucciones...
...¿Eso es civismo o cinismo...?
Para el PRI, todo es lo mismo.

(No. 53, del 15 al 30 de mayo de 1973).



14.
“El Tercer Informe fue un llamado a la solidaridad”.

Propugna el tercer informe
amplia solidaridad
entre hambriento conforme
y el hambreador sin piedad.

¿Eso es sociedad sin clases o clases en sociedad...?

(No. 57, del 15 al 30 de septiembre de 1973).



27.
“¿Quién será el nuevo presidente? ¿Quién tiene las características más adecuadas para el tipo de realidad política que se le va a imponer?, pregunta Gálvez Betancourt.”

Ahora hay mucho candidato
p’al puesto de Presidente
jueguito un tanto barato
pa’ entretener a la gente.

(No. 85, 23 de marzo de 1975).



36.
“Seguramente el próximo mes de octubre se sabrá quién es el sucesor de LEA [Luis Echeverría Álvarez]”.

Se va acercando el instante
de destapar al tapado.
Arriba pues y adelante...
que al ciudadano, esa cosa
tan chistosa
le tiene muy sin cuidado.

(No. 104, 20 de septiembre de 1975).



37.
“El PRI presentará su Plan de Básico y en seguida buscará al hombre capaz de realizarlo”.

El PRI sacará al tapado
no por el método clásico
de dedo y sobre lacrado...
sino con ese Plan Básico,
el cual, con menos cinismo,
viene a ser casi lo mismo...

(No. 6, 4 de octubre de 1975).



38.
“Fidel Velázquez, acompañado de un grupito de líderes charros, destapó al tapado, madrugándole al PRI”.

Por haber sido lechero
explica su madrugada
don Fidel, el charro artero...
Mala leche... adulterada.

(No. 109, 25 de octubre de 1975).







Salvador Novo (1904-1974). Nació y murió en la Ciudad de México. Poeta, ensayista, dramaturgo e historiador. Para mí, junto a José Juan Tablada y Francisco Liguori, son los mejores epigramistas mexicanos. El propio Novo definía al epigrama como “un pinchazo”.

Era inmisericorde en sus sátiras.

Fue profundamente criticado por declaraciones infortunadas y confusas respecto del movimiento estudiantil de 1968.

De Sátira, el libro ca... (Diana, 1979, págs. 55 y 94):




Llegamos a las diez, como es notorio,
a ver al ciudadano Secretario
—un prominente revolucionario
que nos puso un urgente citatorio.

A las once nos vino un ilusorio
consuelo esperanzado y proletario
al ver que inaplazable y necesario
nos era visitar el mingitorio.

Apuramos la copa del martirio,
que nos supo a veneno y a mercurio,
cuando extinguió de nuestra espera el cirio,

reloj inexorable cuanto espurio,
que las dos pronunció, para delirio
de nuestro inútil, maternal murmurio.



En esta revoltura cuaternaria
—cese, cambio, reajuste, nombramiento,
combate singular por el sustento,
hegemonía revolucionaria—

redención de la masa proletaria
(¿quieres, mi vida, que te cuente un cuento?)
clarín con ya no más bélico acento,
auge de la política hacendaria.

De cultivar alfalfas y lechugas,
a fin de apacentar sus apetitos
al poder arribaron las orugas.

Suenen pues las fanfarrias y los pitos.
Yo parezco nacido para fugas
pues ando siempre huyendo —Denegritos



De Antología personal, Poesía, 1915-1974, Dirección General de publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991.


Hace 24 horas:



VII.
Los gobernadores quieren elegir


¿Qué; mucho convencidos
de sus servicios mejores
quieran los gobernadores
ponerse compensadores
y, pequeños elegidos,
ser los grandes electores?



XII.

Una madre (por ciento, política)
resumió en esta arenga su crítica
de la crisis acerba, vandálica:
“¿De qué sirves, reserva metálica?
¿Cómo vamos —¡la duda me abrasa!—
a esperar del gobierno la masa
si anda escasa con él la encefálica?”



XXII.

De su manifiesto copio
desideratum que trueca,
por la política chueca
lo que era propio, en impropio.
Pues es bien estrafalario
—como es público y notorio—,
ver a un chicho expropiatorio,
diputado... propietario.



XXXII.

Bajo el manto de la noche,
la democracia tremola
el estandarte en que inmola
el electoral derroche.
Dicho más a troche-moche,
de los candidatos Lola,
los unos, hicieron cola;
los otros, hicieron coche
¡y todos se hicieron bola!



XXXVIII.

No hay planillas, y hay mohínas
entre el airado pasaje
que el precio de cada viaje
azota con josefinas.
Pero el alerta González
halla las cosas sencillas,
pues siempre compra planillas
(nada más que electorales:
se venden —en las casillas).


                    
L.

Un funcionario temprano
expuso el plan decidido
de reforzar el caído
espíritu ciudadano.
Rebosante de optimismo,
la dirección en sus manos
para hacernos ciudadanos,
acude al espiritismo.



LIII.

Encontrados pareceres
pospusieron y —contratista—
la debatida conquista
del voto de las mujeres.
Cálmense sus alborotos
y hagan triunfos sus derrotas:
mientras se pongan las botas
¿para qué quieren los votos?



LX.

Si les da lo que les quita
el partido de las botas,
entre dietas y entre cuotas
su equilibrio facilita.
Nadie hable del peculado,
pues las curules, o tronos,
o se pagan en abonos
o se azotan al contado.



Y éste de El epigrama del día:


Pleno apoyo del Congreso al presidente.
Últimas Noticias


“Contigo pan y cebolla
desde la cuna hasta el hoyo”,
pues cuando se engorda la olla,
sabe el Congreso si apoya
que ese apoyo sabe a pollo.



En un poema fechado el 1 de septiembre de 1969, dedicado al periodista y político mexicano, Carlos Loret de Mola Mediz (1921-1986), quien fuera diputado, senador y gobernador de Yucatán por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) (Antología, pág. 272):



A Carlos Loret de Mola

De niño salté la comba,
pero ya de eso hace rato
y hoy quiero a mi candidato
¡saludar con esta bomba!

Relleno queso de bola
venga a ensalzar el buffet
compartido con Loret,
con Carlos Loret de Mola.

Vayan otros a Madrid
o se queden en Campeche:
¡yo prefiero el escabeche
del mero Valladolid!

Si es de venado el bistec
¿qué mejor? Mas por si acaso,
¡añádele el sazonazo
de un poquito de x-ni-pec!

En fin, Carlos querido:
aunque enfermo, no me arredro;
¡le dará en mi nombre Pedro
un abrazo muy ceñido!

Y —yucateco, aunque ignoto
u honorario— en este pliego
¡alborozado le entrego
con el corazón, mi voto!






Efraín Huerta (1914-1982). Nació en Silao, Guanajuato, y murió en la Ciudad de México. Poeta y periodista mexicano. Fue uno de los escritores mexicanos más comprometidos con sus ideales, incluso por encima de partidarismos.
De Poesía Completa, FCE, 2002:




Poemínimos


Tortuga 1910

La Mexicana
Es la única
Revolución
Que ha girado
Como loca
A 45
Revoluciones
     Por sexenio



Presupuestario

En
Cuestiones
De gastos
No hay
Nada
    Escrito



Lo que oí

Asista
Al
Centro
Nacional
De
    Corruptividad

28 de marzo de 1975



Ordenamiento

Dejad
Que los
Presidentes
Entierren
A sus
Muertos.

12 de febrero de 1977




En este poema, coleccionado en los Poemas prohibidos y de Amor [IV], el poeta retrata magníficamente la realidad mexicana (págs. 226-229):




¡Mi país, oh mi país!


Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y echados seréis de él como troncos abominables, vestidos de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura. Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos.

Libro del profeta Isaías


Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte cuartelaria.
Porque al granadero lo visten
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al hombre―
y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fábrica.
Éste es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases...
¡Viva la libertad!

Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!

Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos inquisidores de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores de brujas.

¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo,
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones...

4 de abril de 1959






El abogado, periodista, poeta y actor, Tomás Perrín (1914-1985), escribió bajo el título de “En donde se exhiben las características de la oratoria, según sus propósitos” (Pancho Liguori, pág. 61):




Un orador, según creo,
por lo mucho que lo escucho,
es un hombre que habla mucho
a propósito de nada.

Y un político es en cambio
según verdad comprobada
un hombre que no habla de nada
a propósito de mucho.






Francisco Liguori (1917-2003). Nació en Orizaba —“Pluviosilla”, como él solía llamarla—, Veracruz, y murió en la Ciudad de México. Abogado, profesor, poeta, epigramista, ensayista y cronista veracruzano. Participó de la sección Sopa de letras de los programas televisivos Sábados del Trece y Sábados, transmitidos por el Canal 13, conducidos por Jorge Saldaña.

Los siguientes textos son de la obra que le consagra Fernando Díez de Urdanivia al autor en Pancho Liguori, Presencia de un poeta en el mundo del humor, LUZAM, 2009 (págs. 112-113, 118, 132-133):








Cargo y descargo

Según cierta información
Fidel Velázquez anuncia
que firmará su renuncia
y no admite reelección.
Pero en segunda ocasión
dice que el cargo dejar
no equivale a renunciar
y como es a plazo largo,
se espera, dejando el cargo,
que lo tengan que cargar.



Cuando un político sube
al más supremo poder
parece angélico ser
con dos alas de querube.
Mas pasa el tiempo y la nube
del poder sufre quebrantos
pues en política hay tantos
que, de noviembre trasuntos,
un día son Todos Santos
y al siguiente son Difuntos.



Rojillos y blanquillos.

Ya se ha puesto muy de moda
denunciar que los fascistas
manipulan izquierdistas,
lo cual a mí me incomoda.
Y la retórica toda
ensalzando a los caudillos,
repite los estribillos
de la manipulación
acusando a la reacción
de manipular rojillos.

Y se ven por todos lados
según públicos rumores,
blancos manipuladores
y rojos manipulados.
¿Por qué son encarcelados
solamente los rojillos?
Debemos andar vivillos
y abrir muy grandes los ojos
para evitar que a los rojos
manipulen los blanquillos.



La nueva ola

El senador Barberena,
Secretario General
en el Institucional,
dijo que no le da pena
y que le parece buena
la justa inconformidad
que esgrime la mocedad
de la juventud bravía
que es natural rebeldía
y muy propia de la edad.

Como dijo el senador,
el joven debe tener
conciencia de su valer
e impulso renovador.
Debe tener pundonor
y no ser mediatizado
porque si se le ha obligado
a oír tanta necedad,
resultará en realidad                    
joven medio-idiotizado.






Epigrama sobre Ruiz Cortines y su esposa, María Izaguirre (pág. 162). Adolfo Ruiz Cortines (1889-1973). Presidente de México de 1952 a 1958.



Ya se va don Adolfo el taimado,
ya se va para nunca volver;
siempre quiso pasar por honrado,
pero no lo dejó su mujer.








Epigrama contra Díaz Ordaz (pág. 163). Como ya se explicó, López Mateos es recordado como un galán, mientras que su sucesor no era agraciado físicamente. Gustavo Díaz Ordaz (1911-1979). Presidente de México de 1964 a 1970. Bajo su gobierno se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos y la matanza de Tlatelolco en 1968; y la Copa Mundial de 1970.



Ya te vas, López Mateos;
Presidente, ya te vas...
Y te vas “haciendo feos”,
pues hiciste a Díaz Ordaz.







El poeta y compositor tabasqueño, Tilo Ledesma (1926), en sus Egritoriales (Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 1988):




13.
Rescatan a un Diputado durmiendo; así da la atención que se merece al debate, en la sesión de ayer. X/78.

Este diputado ingente
está su deber cumpliendo;
como ven, es buena gente,
¡pero cuando está durmiendo!



84.
Se inicio el registro de precandidatos a Presidentes de los 17 municipios, en Tabasco. VIII-28/79.

¡Qué bueno que los registren
antes de ser funcionarios!;
para que después no griten
que nacieron millonarios.



219.
La grilla se está poniendo al rojo vivo porque está próximo el lanzamiento del candidato a la presidencia de la República. IV-13/81.

Ya la cuenta es regresiva
en el PRI Cañaveral;
el lanzamiento se activa,
todos miran para arriba,
al espacio sexenal.



403.
No hay corruptos en el PRI; los que estaban ya se fueron; no lo establece ningún documento, pero lo aconseja la lógica, aseveró don Fidel Velázquez.

Esto que parece abrupto
suena llano para mí:
que ya no queda un corrupto
en todo el dichoso PRI.

Quienes antes estuvieron,
aseveró don Fidel,
poco a poco ya se fueron
con todo y su cascabel.

Si la lógica entendí
y ya todos se marcharon
¡Qué eficiencia tiene el PRI!
...¿Y en dónde los colocaron?...



497.
Mienten quienes dicen que hay hambruna en México, aclaró el Secretario de Comercio y Fomento Industrial, al comparecer ante el Congreso. XI-84.

Mienten, dijo el Secretario
al hablar en la tribuna;
aunque está bajo el salario,
en México no hay hambruna.

Y dijo Hilda del Rosario:
para muestra, un botoncito,
fíjense en el Secretario,
¿a poco no está gordito...?



550.
Los candidatos a presidentes municipales y a diputados están en plena campaña para obtener el voto el próximo 10 de noviembre. X-3/85.

Los señores candidatos,
con tal de obtener el voto,
se mueven por todos lados
que parecen terremotos.

Qué bueno que abordan temas
que otras veces se han tocado
para afrontar los problemas
de nuestro querido Estado.

No vayan luego a empezar
con que andan muy ocupados,
y al no poderles hallar
los tengamos que rastrear
con los perros amaestrados.








Raúl Renán (1928) en la primera sección de su libro Catulinarias y Sáficas, El Tucán de Virginia, 1993 (págs. 22, 28 y 31):




XI.

Es justo el Cónsul, dices,
Torvonio,
y sin embargo
no cabe en la República.



XXIII.

Lo que discreto pone
Murmurátor
en la oreja del Senador,
saldrá por la otra oreja
con el alma del Emperador.



XXIX.

Porcituto
no es un prócer astuto
como proclama el Senado
en letras de oro:
es un cerdo prostituido.








Eduardo Lizalde (1929). De La zorra enferma (Malignidades, epigramas, incluso poemas) (1974), tomados de Nueva Memoria del tigre (FCE, 2005, págs. 213, 215-216), IV. ¡Oh, César!:




III

El César manda,
no hay duda.
Por eso van al zócalo
estos puercos.



IX

Te propongo un trato:
déjame el gobierno
y yo te enseñaré a leer
—en veinticinco o treinta lecciones—
con el método Berlitz.



X

Tú me puedes matar, César.
Y puedes encarcelarme
por veinte años o treinta.
Pero estas líneas bastarán
para que no te quedes en la historia
más allá del próximo sexenio.



XII

Muerto has al fin, César.
La muerte halló en tu cuerpo
presa tardía.
Y eso fue un arte, lo admito:
has inventado el más sublime
sistema de soborno.








El poeta montevideano, Saúl Ibargoyen (1930), avecindado en México. En su página de Facebook, este poeta octogenario ha publicado algunos epigramas políticos con el título de “Elecciones” y “Elecciones México”. En su libro Bichario (Ediciones del Ermitaño, 1999), define a los políticos en dos breves textos (págs. 50-51):




Político

Bicho muy humano
que flota
en todas las aguas
se alimenta
de cualquier cosa
y cree dirigir los zoológicos
donde sobrevive.



Políticos

Empresarios impacientes
de la cosa pública
tecnócratas del oportunismo
confunden el fin
con los medios
la moral con la conducta.
Su extraña sexualidad
de líderes imperiales
los hace
peor de lo que son.



En Graffiti 2000, publicado en 2001 por la misma editorial (págs. 21-22, 24, 32, 36), Ibargoyen exhibe las ridículas costumbres de las sociedades... antiguas:



II

Marcelo aspira a ser concejal
aunque mejores funciones ejercería
en su lugar un cerdo:
es sucio pero no se corrompe.



IV

La alcaldía de nuestra ciudad eterna
es como una fábula
en sus oficinas
los animales hablan.



XV

No votes el domingo
por Marco Lullio al Senado:
te engañará como hace
con su esposa infiel.



XXXVIII

Hoy se repartieron 30 mil raciones
de pan entre la chusma hambrienta.
Ayer el Senado aprobó la ley
que subsidia la producción de trigo.



LV

Acaba de publicarse en setenta rollos
la Relación de Cuentas del Imperio.
Está bien eso de la transparencia informativa
pero la enorme chusma no sabe
ni multiplicar por cero.



10
David es nuestro rey
como lo fue el fiero Saúl
y lo será sin duda el febril Salomón.
¡Y por qué yo obrero del Señor
debo aceptar a esta bola de cabrones!








Gabriel Zaid (1934), esta vez como autor, en Cuestionario (Fondo de Cultura Económica, 1976):



Transformaciones

3
Me dijiste que ya no me querías.
Intenté suicidarme gritando ¡Muera el PRI!
y recibí una ráfaga de invitaciones.



No hay que perder la paz

¿Sigue usted indignado,
Señor Presidente?
Mala cosa es perder
por unos muertitos,
que ya hacen bostezar
de empacho a los gusanos,
la paz.
Todo
es posible en la paz.








El poeta, traductor y profesor universitario, Héctor Carreto (1953), publicó este portentoso epigrama político en su libro Coliseo, Joaquín Mortiz, 2002:




El caballo de Calígula

Cómo se indignó el Senado
cuando irrumpió el caballo del César
y ocupó una curul.

Tenían razón: un corcel
no cabe en un establo de asnos.




El poeta guatemalteco, Carlos López (1954), radicado en México, en Graffiti, I (Héctor Carreto, Vigencia del epigrama, Ediciones fósforo 2006, pág. 101), propone:




Las putas al poder, que sus hijos ya nos gobernaron.








El poeta, ensayista, crítico literario, escritor y editor mexicano, Juan Domingo Argüelles (1958), nacido en Quintana Roo, en su libro Pero no odas (Aforismos, epigramas, sátiras, elegías...), Ediciones del Ermitaño (2011), escribe en las páginas 10, 26 y 38 respectivamente:




Basura

Amaneció cubierta la ciudad de basura,
basura de estandartes por todas partes,
con rostros que sonríen obscenamente
y que prometen todo a cambio de tu voto;
no sonríen contigo sino con todos
los que pasan de prisa e indiferentes.
No seas tan ajeno a esas sonrisas,
presta algo de atención a la basura,
pues cuando la retiren y la destruyan
ya no tendrás memoria del que se ríe
con toda la mandíbula de todos... y de ti.



Asnalfabetismo

Para insultar a su adversario,
un político inculto aunque famoso
(no son escasos éstos en el reino)
lo acusa, sin rubor, de analfabeta.
Ignora el ofensor supinamente
que analfabeta es forma femenina,
y su asnalfabetismo le ha jugado
una mala pasada: sufre del mismo mal
que achaca a su enemigo,
y es el idioma el único ofendido.



XV

Político mexicano: Humorista profesional
que no comprende sus propios chistes.








En la red ha circulado en el último lapso, la fábula “La elección”, poema anónimo publicado en El cronista del Valle, de Bronsville, Texas, el 26 de mayo de 1926, presuntamente escrito por el autor de “El brindis del bohemio”, Guillermo Aguirre y Fierro (1887-1949), según hipótesis del escritor Antonio Saborit (1957):




El león falleció ¡triste desgracia!
Y van, con la más pura democracia,
A nombrar nuevo rey los animales.
Las propagandas hubo electorales,
Prometieron la mar los oradores,
y… aquí tenéis algunos electores:
Aunque parézcales a ustedes bobo
Las ovejas votaron por el lobo;
Como son unos buenos corazones
Por el gato votaron los ratones;
A pesar de su fama de ladinas
Por la zorra votaron las gallinas;
La paloma inocente,
Inocente votó por la serpiente;
Las moscas, nada hurañas,
querían que reinaran las arañas;
El sapo ansía, y la rana sueña
Con el feliz reinar de la cigüeña;
Con un gusano topo
Que a votar se encamina por el topo;
El topo no se queja,
más da su voto por la comadreja;
Los peces, que sucumben por su boca,
Eligieron gustosos a la foca;
El caballo y el perro, no os asombre,
Votaron por el hombre,
Y con dolor profundo
Por no poder encaminarse al trote,
arrastrábase un asno moribundo
A dar su voto por el zopilote.
                  
Caro lector que inconsecuencias notas,
Dime: ¿no haces lo mismo cuando votas?